miércoles, 16 de septiembre de 2009

independencia nacional

Independizarse de los hábitos. Del geoespejismo. Independizarse del buenos días y de la inclinación-postración. Del nombre y lo que hace el nombre. Del verbo horneado en microondas. Del peluche al que llamas prójimo. Del polvo en que te habrás de convertir. De la carne y su jugo. Independizarse del trapo colgado en el traspatio. De la cerca que brincas para encontrar otra igual. Independizarse de la lengua, de la historia de los doblones que te doblan hasta pulverizarte. Del “fui” para que simplemente seas. Del “haré” dado que lo único que pasa es la nada renovada. Independizarse del asombro y de asombrar, tus huesos se curvean y dejan ver la importancia de tu historia en la incapacidad de correr como niño. De los músculos, las prótesis y el maquillaje. Del arte y sus trabucos, todo es espectáculo. Del placer y su realidad entretenida. Del dolor y su cosmovisión inapelable. De la risa y su culo sin raya. Del coraje molecular. De la soberbia atómica. De la felicidad ornamental. De la jaculatoria soberbia del “yo”. De la jugosa miseria del heroísmo. De la palidez de la verdad cuando se asolea en un sol de laboratorio. De los brujos que erizan la palabra. De los libros que cortan. De los silencios y también de los gritos. De la palabra y del signo.

Independizar la conciencia.

1 comentario:

Adrián Naranjo dijo...

Wishful drinking petiforro, nunca llegaremos tan lejos. Salud.