miércoles, 9 de septiembre de 2009

Deber...

Siento tanta tristeza por los insectos que se pasean por mis manos que no puedo hacer algo mejor que aplastarlos. Devolver al otro a su lugar de origen, puede tornarse un asunto de elemental justicia. Negarse, permitirle recorrer un tramo de existencia sin molestarle, es algo así como ignorar el destino propio, el deber al que uno está llamado, si es que realmente atendemos a Aristóteles, Platón, San Agustín, Santo Tomás y a Darwin. Lo mismo pasa con las ideas. No puedes respetar aquellas que por su naturaleza y alcance están condenadas al fracaso. La política, la filosofía, la economía y todas las habladurías sistémicas, merecen el olvido y la supresión ¿cómo sería el mundo sin sus frituras? Una rancia sopa de comunidades. Una gran aldea de parásitos que esperan su muerte de la mejor forma posible: haciendo nada para evitarlo.

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