miércoles, 31 de marzo de 2010

consecuencias de la fiebre

Viví un año completo durante la noche. Me multipliqué dando vueltas por la cama sintiendo que la muerte rondaba cerca de mis calcetines. Sudé lo suficiente para salvar un río en el Sahara. El control remoto perdió toda propiedad de salvarme.
La madrugada comenzó a las cuatro de la tarde de ayer y culminó hace unos minutos. Ahora busco palabras para mitigarla. En mi ansiedad invoqué hasta al dios más minúsculo. Una virgen sin muslos. Al ángel de los electrolitos. Al Titán de los cigarros. A una carretera de cocaína.
El tiempo se las arregla para pasar y también para que el cuerpo recobre coherencia. Ahora camino mejor, enfoco, toco, e incluso pienso. No sé cuántas píldoras faltarán para que este pobre niño de treinta y seis años se cure del todo.
Mientras eso sucede, resisto.

martes, 30 de marzo de 2010

Miro atrás

Eventualmente tendré que salir. Y quedará lo que deba quedar. Dos sillones gemelos. Diez plantas. Las paredes lisas y blancas. Los botes de basura llenos. Un botellón de agua bonafont con un trago. La copa de vino donde me serví yogurth.
No es que quiera salir, ni quedarme. Sufro punzadas en el cuerpo. Los ojos se hunden. Ahí viene otra anécdota que contar respecto a los días sin días ¿Habrá sido esa llamada el switch de mi fiebre?
Miro atrás.
Claudine Longet; We´ve only just begund.

lunes, 29 de marzo de 2010

los días cristianos

Padezco la falta de pulsión de estos días cristianos. La calle es un tumor extirpado; una imagen que decrece a medida que el sol expande en los objetos esa fiesta de lelos, llamada color. Mi tonalidad es gris. También mi lengua. Mi cuerpo es un ala que brotó de una piedra por tanto mirar el cielo. 
Yo le digo a mi conciencia que ni crea, no vamos a salir de esta -ni de esto; el deseo y su fiebre nunca ocurren en las mazmorras; se prenden de antorchas y de multitudes ciegas; respira sobre costras y fluidos, es un no ser. También le digo otras tantas cosas que comienzan con gafas y terminan en jabón. Y no, no le digo, le endilgo.
Acá, en lo del catalán, me desayuno una sopa de minutos. Ya les dije que deben ponerle más sal. El tiempo debe provocar que retengamos líquidos para que la vida no nos deshidrate. Y mientras eso muere, sí, por allá, a lo cerca, detrás de mis ojos, bajo el cascajo de rostro que dios no me dio, suena el eco de Sinatra "fly me to the moon".

domingo, 28 de marzo de 2010

Un error de la especie.

El rostro hinchado, unido por un balón. El domingo allá afuera hecho de sol y sonrisas baladíes. Bostezo, y hacerlo es como recorrer un tramo de inercia, jalar un gatillo de sueños idos. No sé cuántas veces he vaciado ese cenicero sin encontrar la forma correcta de hacerlo. 
La importancia de decirlo es simple: me está mirado con rencor; sabe que los domingos me convierto en un ama de casa con pito; huele mal y entonces todo se impregna con aroma a nicotina y a cadáver de marlboro. 
Alguna vez leí por ahí que no debes descansar hasta hacer las cosas incorrectas. Mi mano se adormecerá si tecleo una vez más: su nombre. Eso es incorrecto. Mi mente tiene un teclado especial para tu nombre.  Una tipografía de imbécil. Un diccionario de sinónimos en casos de rencor. Mi mente tiene una forma especial de definirte y definirme, juntos o separados: un error de la especie.
De tal forma que mejor enciendo un cigarro, un cirio y le pongo una venda a aquellos días. Yo sé que allá afuera me esperas. Pero no tengo ganas de salir. Quiero quedarme encerrado y ser el perfecto aguafiestas. Ya lo he hecho y me sale bien.
En tanto For reasons unknow, y los Killers se la rajan.

sábado, 27 de marzo de 2010

Cómo ser un buen zombie.

Amo despertar. Erguir el cuerpo y afirmar mi identidad como ser vivo en una botella de coca cola ligth y un cigarro. Nada ni nadie me quita ese placer. Es el Sabbath. Una horda de costumbres brotan como pústulas en la piel de la vida. 
Mi sangre sigue impura y contenida. Siento que registro la transformación de un hombre en su propia ficción y que en ese proceso dibujo la miniatura del mundo. Siento que ese hombre se desplaza de mí hacia la noche y permite que amanezca sólo su despojo. Luego el despojo recuerda al otro e intenta negociar una reconciliación. Algo que sin llegar a maridaje ate los cabos sueltos, tunda de sentido a la maraña de la nada y entonces sí, habite signo y designio, desde un desorden menos desaseado. 
No sucede así. Como en todo, los hombres que soy se dividen, se parten, ni siquiera llegan a dilema, se quedan en la nata espesa de una costumbre, una mala costumbre de respirar sin llenar del todo los pulmones. Ese estado se prolonga en tanto no decida escuchar heartbeats y Knife o José González inunden todo. Es ahí cuando desde mi coca cola ligth y mi marlboro que se acaba puedo decir, siendo el mediodía he vivido lo que tenía que vivir. 
Entonces duermo. O me hago zombie. O sigo escribiendo.

viernes, 26 de marzo de 2010

Life on mars

Life on mars. Seu Jorge ruge cual león. Un micrófono y una guitarra. El video corre en esa soledad de dos. Uno mira y el otro canta. Fuera de la pantalla uno se levanta sin nadie que lo mire. Fuera de mi casa ella se levanta y es mirada. Otros se levantan sin mirarse ni los pies. Los menos se miran y se retienen mirada adentro. Fuera de la mirada lo mirado es humo. Un acaecer perenne. El código abierto. La cerradura violada. La distancia. El sinsentido.
Yo soy un nudo de memorias. Hoy. Ayer. El hielo me tiene atrapado en un vaso. El hilo se desteje. Y la cosa no es mirar, para eso está el tacto y sus ojos: acto dactilar, de pequeñas extremidades. La huella lo sabe y se pega. Las uñas rascan y se llevan células. La cosa es urgir un nuevo molde. Abrir la piedra. Tallar la forma. Hormar. 
La urgencia cobra sentido de emergencia en la punta de mi verga. Y en mis huevos. 

jueves, 25 de marzo de 2010

Objeto sexual

Sin la voz de vidrio de Thom York esta mañana simplemente no sería. Me asomé en el ojo naranja de la papaya y también fue. Metí el dedo en el café y había un lobo. Revolví las memorias pues deben saber que los sueños no son nuestros dueños.
Mucho menos cuando aparece ella, que no eres tú, ni la otra, ni todas. Es ella y está ahí y allá; se pasea y luego se quita la ropa y luego se la pone y luego se la vuelve a quitar. Mi cerebro es un cúmulo de resortes saltados y tornillos sueltos.
Desnuda sobre mí, eso, eso ¿Cómo llegamos ahí? Uno cierra los ojos para mitigar la perturbante realidad y de pronto amanece con una erección ofensivamente enorme y sin ella, sin ti y sin todas ¿Cómo llegue hasta aquí? Muy fácil, siendo como soy. Sin la voz de Thom York, que se sabe hace esta mañana pero no me hace a mí.
¿Y si me ofrezco como objeto sexual?
O sujeto. Quien sabe.

miércoles, 24 de marzo de 2010

No jodas.

Somatizo. Zoomatizo. Animal vertical. Hombre a-penas. Quieto vestigio de mí-no. Un hoyo sin el cual el abismo no tendría caricias. He vi-viv-ido la partida y lo que queda sea-gacha de nacha. Esta realidad es de esas que ya no se usan. El condimento y el con di miento. Miente y calla. No escribas, no hables, no te pongas morada. Urde por ahí o por allá, este menos acá no es tuyo. Es un embrión de olvidos. Es un cigoto que arrasa a su madre desde el vientre. Es el feto marcado desde el esperma para un aborto seguro. No vuelvas a doblarme las rodillas sin un Dios adelante. No hagas carne del verbo asar. No pidas, no des, no te asomes. Lárgate quedito en tu quilópodo oscuro y triste. No abraces mi memoria que también la hieres. No juegues con mi odio. No me quemes ni de lejos. Atente a tus atentas consecuencias desde tu perspicaz ausencia.
No jodas, pues.

martes, 23 de marzo de 2010

Operación churrumais.

Todo comenzó con los chocotorros. Esa abominación color rosa de la cual tengo la certeza, ya no pertenece a este mundo. Mientras todos duermen, un ejército invisible pero eficaz libra una batalla oculta: la de las fritangas, botanas y bocadillos que buscan aniquilarnos lenta pero inexorablemente. La guerra de los mundo es una broma. La amenaza nuclear fue bambi. Esta es la verdadera madre de todas las batallas. Habemos unos pocos seres conscientes de lo que hay en juego. Seres evolucionados que reconocemos la amenaza de un "flipy" perfectamente envuelto en su empaque. Conocemos la perversión detrás de sus chispitas dulces de colores. Somos unos cuantos los que vemos en los "negritos Bimbo" una tragedia descomunal, sólo comparada a lo ocurrido en Auswitch. Sabemos de su origen infernal, del tétrico invento que hay detrás de esas criaturas híbridas mitad pan de hot dog, mitad panecillo dulce. Esos pocos hemos sido testigos de la lucha entre los twinky wonders y los submarinos: el mal contra el bien en su versión cremosita. También hemos determinado nombrar a los Frutsis como los adversarios más aguerridos -especialmente el de uva y naranja- de esta silenciosa pero implacable guerra. El lumpen de todos estos seres de diversos sabores son los Churrumais. Surgidos de las catacumbas más oscuras de la gastronomía informal, han logrado subsistir a toda hecatombe. Son las cucarachas de las frituras. Palitos con sabor a limón capaces de sobrevivir durante horas en el caldo de tus jugos gástricos. Desconfía de ellos. No los compres. No permitas que nadie te hable de ellos. Huye mientras puedas pues a pesar de que cuestan 5.50 pesos y no 3 como "alguien dijo", ellos estarán ahí, esperando el momento de saltar a tu boca y hacerte babear por los siglos de los siglos.
Amén.

lunes, 22 de marzo de 2010

Llora Ofelia, bufa Cohen
mientras el cigarro quema mis pestañas.
Amanecí con ganas de ponerle un corcho al sol
agitarlo y brindar por nada.
La hora
tiene los párpados de un hombre estúpido.
Pestañea de mala gana.
Con el primer café
comienzo a golpear la mesa con ese gesto
de ya pasará.
Y no pasa.
Es la furia de un vencido
de un venido a menos.
Es el culo gordo de la misericordia
desparramándose.
Es.
Ya vendrás
o no.
Ese es tu mayor pecado.

domingo, 21 de marzo de 2010

Música

Demasiado güisqui. El cuerpo no podía soportar otro tequila. Mi mente eructó tanta cerveza. Me tambaleé con el vino tinto carmenere. La calle me pareció más honda y menos nítida. La noche fue larga, como la vida de un monje. Había ruido y muchedumbre y me sentí un Diógenes sin talento y lo que es peor, sin linterna.
El tiempo caía y caía como una parvada de celos. El cielo desvelado hizo lo suyo entre estrellas, nubes y su azul matutino. En el silencio la sangre acudía para mirar el riachuelo colorado que se formaba al caer mi orina.
Ahí estaban todos y no había nadie; no veía a nadie; sólo sentía el tufo de sus sustancias; los esqueletos ambiguos revoloteando drogados en las banquetes. Los bultos y los cardúmenes empuñando sus vasos de vida desechable.
Y yo en medio, arriba, abajo y a un lado, invisible y nítido como un balazo que llega para quedarse al fondo de la memoria.
En la superficie de mi indiferencia.

sábado, 20 de marzo de 2010

Quieto. En el frío todo es un duende. La piedra está lista para ser eterna. Hay llamados incorruptibles que ni con balas. Hay murallas infranqueables donde ni con zancos. Uno es el que es y eso es todo y a veces el todo lleva a nada.

viernes, 19 de marzo de 2010

no somos...

No tienes cuerpo, ni rostro, sólo una voz con palabras y huecos. Nuestro mundo carece de cartografía. Es un agujero espacio-temporal; una plaga invisible que se expande y corva dedos adentro, ojos afuera de la piel de los días. Las letras son el final de la hoguera. Significamos las cenizas en la pira de humo del silencio. Eleva lunas encima del punto. Deja estrellas horadadas en el suspenso de las comillas. Finge un decir que sea sustantivamente callado. Vuelve a ti tal y como yo he quedado en mí. Con las agallas hundidas en la asfixia. Con el pulmón desinflado luego soplar tanto vacío. Con las costillas rotas por Eva. Con Dios untado como bloqueador solar. Como el culto preciso que dos abismos requieren para rezarle a la noche.

jueves, 18 de marzo de 2010

escena 7

No importa como suene. Estaba oscuro, la moneda calló. El eco dijo "búscalos por ahí" pero nunca señaló por dónde. No tenía dedos, ni serpientes ni mucho menos flechas. Las uñas se le habían quedado en una pared. La pared había caído un día antes del juicio final. Nadie pues la vio caer, ni irse, ni untarse la pomada que se suponía había de curarla de su oscuridad.
"Sólo tú sabes borrar las huellas que nunca dejaste", pensé mientras fumaba de la pipa en guerra. En tu camino habrás de hallar una taza para doblarte, hacerte rollito y secarte como un tampax en plena sangría.
Joder, no lo sé.
Corte! Corte!

miércoles, 17 de marzo de 2010

Shangri-la.

No lo sabe pero en sus ojos bulle Shangri-la. Se lo dije en silencio, mientras nos abrazamos como dos viejos moribundos a las 12.27. Hueles a montaña de Nepal, creo. Tu saliva es agua de los riscos de Kum Lum. Un dios verde esculpió la piedra que me sostiene. Otro hizo la mañana. Los secretos de Shambala surcaron un encendedor. La vela, el móvil y unos lentes ¿dónde dejaste la vida? Pensé en los túneles abisales de aquel topo. En los delirios de aquel alacrán. En los miedos de aquel insecto. En la estulticia del grillo. En la uniformidad de las hormigas que no quise pisar. He pensado en todo y en nada. En lo que merece la muerte. En lo que merece la vida. En el placer insano de disolver el ácido en más ácido estomacal. Hasta hoy que vi bullir en sus ojos un Shangri-la.

martes, 16 de marzo de 2010

-No hagas nada de lo que puedas enorgullecerte.
-Cómo crees, yo no haría algo así.
-Recuerda que los demonios no aleccionamos; bueno, en cierto sentido sí, pero no haré aquí un tratado de demonología
-Por favor, cuando lo haces sos muy aburrido
-Joder, ya te salió lo argentino
-Y a vos lo aleccionador
-Púdrete
-Nah.

lunes, 15 de marzo de 2010

miradas que matan

Acabo de ver la muerte en la mirada de alguien. Primero me pareció un gesto infantil. La segunda imagen que me despertó fue de miedo. Fue un ojo que cruzó con todo y cuerpo a unos metros de donde me comía una papaya dulce con un té.
Eran un par de ojos que llevaban bastón. Eran dos ojos vestidos de manera casual. De sábado en lunes. Luego, esos ojos donde la muerte había ya hincado sus colmillos adquirieron voz. Los ojos hablaban un poco agudo y se escuchaban cansados. Eran unos ojos que desayunaban un huevo revuelto y miraban con atención a otros ojos que también hablaban frente a él.
De estos otros ojos no sabía yo nada. Eran unos ojos que en realidad eran una nuca con poco pelo gris. Eran unos ojos que murmuraban algo indescifrable. Eran tan ojos como los otros ojos pero yo no los veía. Cada par de ojos en lo suyo. Cada uno haciendo o deshaciendo. Como en aquel texto de Cortázar donde había que evitar confundir al pie, con el pie, acá se trataba de hablar de los ojos y de los ojos, pero sabiendo que los ojos eran distintos de los ojos. Y cómo no iban a ser distintos los ojos, si en ellos había visto yo el gesto de la muerte, del miedo, de la angustia mientras se comían un huevo revuelto.

domingo, 14 de marzo de 2010

Domingo de mirada más bien pitera

Si dos de cada tres veces que pienso en lonches de queso brie hiciera esa mirada -sí, la de hace unos minutos- estoy seguro que seguiría sin comerlos desde aquella tarde en 1982. El tema no eran los higos que junto al queso y ese pan elegido dionisiácamente por las manos de no sé quién, conjugaron el cielo de las baguettes de queso brie con higo.
No. El tema tampoco era dionísios; estúpidamente usado por mí como adjetivo para resaltar la elección del alimento a menos de no sé quién. El tema tampoco fue no sé quién, porque ahora que realmente lo pienso, no sé, si no sé quien, alguna vez fue un quién; o si yo he sido un quién; o si usted es un quien; o quién es quién, carajo.
No. El tema a veces es ese que se ve ahí, en la mirada misma. Eso debería decirlo todo. Eso. No yo. La mirada. No mi té chino con esencia jazmín. No el hecho de que ya no fumo. Ya nada.
No.
Ni la calandria.
No.
Nada de eso.

sábado, 13 de marzo de 2010

dos en sábado

Le dejo a los enanos la tarea de ordenar este sábado. No importa si durmieron mucho o poco, si sus cuerpos vulgares aún no se han curado de la refriega nocturna. Les dejo este sábado. Este cochinero por donde ahora pasa un frente frío, o un frente podrido; da igual. Se los obsequio porque tengo un calendario llamado diazepam, para llenarle al tigre negro sus rayas naranjas.
Soy justo, muy justo con todos; no distingo verdes de amarillos. Hasta los más insólitos peregrinos que llegan a mi ventana tienen garantizado un balazo en la frente.
¿Viste mi lealtad, mi fidelidad, mi capacidad única de tender tapetes y barrer la acera? Ah, seguro lo ignoraste. Seguro la ignorancia es la razón de tu optimismo. Seguro el optimismo es la razón por la que no eres un Dios verdadero sino una migraña colectiva.
II
Voy por mi fruta. Me he enseñado a picar fruta con maestría. Soy experto en ello. Lo que me falla es calcular cuanta miel debo ponerle. Queda muy dulce, pero ¿no es eso dulce? Es decir, ¿no deseas una vida dulce, después de todo? Sí, caray, pero no tanta miel.


viernes, 12 de marzo de 2010

té de hierbabuena, yerba buena.

Volteo a ver el té y siento de inmediato una sensación de asco. Es de hierbabuena y sabe a tal, pero mi hipotálamo contraindica la verdad con una imagen aplastante: secreciones y excreciones de un cadáver. He estado en morgues.
También he pensado que no es la primera vez que, a propósito del título de un libro de Fonseca pienso en líquidos corporales. En cambio soy virgen en esto de ser alérgico. Los estornudos se apoderaron de mis fosas nasales. Desde ayer, de forma implacable y disciplinada llegan uno detrás de otro y ni cómo hacerle.
El tema de la morgue es coloquial. La ciudad es una morgue, todo es una morgue. La piel seca del olvido, como un labio de Magritte. Los muertos encerrados en el hedor de su abandono. El dadaísmo de vivir gimiendo en los barrotes de una libertad deformada. La muerte del ideal, la vida en lo cotidiano.
El té sucede en mi lengua, tibio y con miel. La miel está permitida en dosis bajas que detonen las papilas gustativas. Fuera de dicho presupuesto todo es muy dulce y por tanto amargo, inverosímil, ajeno a la verdad del cuerpo y su sal; sus fluidos clorhídricos; sus derrames cerebrales; su descomposición gradual.
En fin, después del té, iré a buscar algo de yerba buena.
My wids, whith Amy.

jueves, 11 de marzo de 2010

another line....

Prueba esta línea de sed. Es blanca. Tiene ojos porosos. Córtala y sórbela. Llévala dentro, muy dentro de ti para que haga con tus venas un pacto de pupilas distendidas y mandíbulas crujientes. Ya está ahí. Es una manzana que te trajo tu madre la noche de anoche. Es un tupper de atole que parece una alberca de semen. Es tu delirio acumulado luego de tres noches sin dormir. Fingiste ser un alma guerrera. Un dado jugado magistralmente por el demonio. Tres veces tres, tres veces seis ¿a quién le llamas? Ya no hay retículas para atrapar-nos.
Nada en aire. Nade-monos. Nade-rías.
So, lets get another line.

sábado, 6 de marzo de 2010

Sobre las odonatas

He sido ajeno a la entomología durante toda mi vida. Hay ciertos bichos que detesto en mi café. Por ejemplo, las moscas. Las abejas acosan la soda, las salsas; lo dulce, se dice. Hemos puesto a las cucarachas en el trono de la asquerosidad. Sinónimo de inmortalidad; entes sucios que están detrás de los jinetes del apocalipsis, dispuestos a adueñarse del planeta. Los mosquitos que sin pudor nos regresan a la cadena alimenticia. Las arañas inundaron el imaginario del terror. Frágiles, como realmente son, fueron convertidas en un espejo de nuestros miedos. La mantis y su ineludible filón animé. Esa espigada rufiana que aterroriza con sus ojos penetrantes y movimientos lentos. Los escarabajos y su estigma kafkiano, metamorfeándonos la piel del alma; obrando desde adentro la mutación del ser en no ser. Las mariposas tan crisálidas. Cunas del color leve. Adelanto de flotación y nube. En muchos países, las libélulas inspiran diversos símbolos. En China, la llegada del verano. En Japón éxito. En Italia las asocian con el demonio. Yo me pregunto ¿Cómo respiran? ¿Cómo cantan? ¿Cómo volarían sobre mis manos?

viernes, 5 de marzo de 2010

comienzo de un breve exilio con cerveza del diez

Debajo de esta cerveza, que tiene un paladar argentino habita un 10. La cerveza del diez, dice. Acá la sorbo, allá la pongo. Ella desciende y hiende. El alcohol hace propaganda en pro de los tímidos, pero siendo las 11.28 am, la timidez es un torpe ejercicio de ojos que se cierran. El bostezo acude solitario. Es parte de otro eructo, de otra levadura. Es el implacable disfraz que se apodera de mi boca para salir al día con la cara hinchada. Nunca me levanto antes de la 1 de la tarde. De lo contrario, mis vecinos estarían muertos. Entre bostezos y ojos hincados y rostro deforme, conformo un destino inmediato: babear. Sí. Babeo. La disfuncionalidad motora, es una reina imperfecta. Yo no funciono, casi nunca. Pero ahora que veo que mi vida es una mueca desdentada, un eterno destete y un orificio en curso, no puedo hace otra cosa más que beberme diez, del diez. Así las cosas, mi breve exilio comienza al buscar la inconsciencia: no me reconozcan; no me identifiquen si me miran en la calle; no se crucen a mi paso. Búsquense su propia cerveza o lo pagarán caro. Yo no estoy en ninguna parte.

jueves, 4 de marzo de 2010

lost world

Cohen fue un malentendido en una esquina atiborrada de autos y perros escuálidos. No así Buenos Aires, el graznido de Río de la Plata. A veces Winehouse se paseó sin correa en mi jardín, buscando una cometa de hachís que salía de una boca de porcelana. Nueva York me vio descalzo. Era la séptima avenida y yo buscaba a través de un remo un cielo líquido. No pude retener tantas imágenes, tanta muerte. Llegado el punto me senté a ver el mar; era café y leía Zigmund; fumaba por piedad en aquella soledad atlántica y soleada en la que una Pilsen me inducía a no mirarme a mí mismo. Fui una serpiente en las escalera; vi caer los dados en la alfombra peluda de la tarde. Fue un país que tomé de un sorbo. Fue un continente. Por ejemplo Praia da Rosa; los peces muertos en la arena; una semana antes del carnaval, cuando retrataba la certeza de ser uno de ellos, retorciéndome de asfixia fuera del agua. Nadie puede venderme una cicatriz más abierta que la avenida 9 de Julio. Nadie puede mostrarme la ausencia, si no ha estado en Valparaíso, orinando junto a un perro en una esquina del barrio Checoslovaco. Nadie puede pronunciar el silencio si no camina en Colonia bajo el escupitajo ardiente del sol. Nadie puede venir aquí, a mi agujero citadino y decir: tienes un corazón rural, una amnesia de muchos mundos perdidos.

miércoles, 3 de marzo de 2010

importancia de las hormigas

No discutiré la importancia de esquivar las hormigas al caminar. Las banquetas, los pies y estos insectos convergen obligadamente en el concepto aplastar. Yo no voy a aplastar a la hormiga sin talento, sobre todo cuando Dios no existe y no hay a quien culpar por tanto idiota erguido en dos patas.
Yo no voy a patear, ni seré pato, ni aplastaré hormigas, sólo quiero sentarme en una sala nueva y comer con los codos encima de la mesa. Quiero saborear el delicado arte de husmearme de reojo para confirmar la clase de animal que soy. Yo no voy a saborear mi discapacidad fundamental si no es tirado como una yema de huevo sobre un comal ardiendo, con un güisqui eterno y un marlboro que deje ver mi poca imaginación para matarme de cáncer.
No yo no voy a matar al cáncer, ni al trópico y mucho menos al entrópico. Las metástasis son dosis huecas de esperanza. Prefiero el error de la sinapsis que obra todo con magistral ignominia; prefiero el accidente callado y electrizante de ese proceso neuronal que cuando menos lo esperas te mantiene sobre dos pies, en un mundo de cabeza; en un mundo que nos obliga a aplastar a las hormigas sin darnos cuenta.

martes, 2 de marzo de 2010

fantasma

Suelo exponerme justo a la hora en que nadie vigila. Mi desnudes fundamental proviene de mis barbas remojadas, de mis ojos secos. Mi transparencia es la de un vaso recién lavado.
El ritual comienza cuando saco las manos de su empaque -no de su miseria- para saludar al aire. Luego viene ese tic tac, que en realidad es una sinfonía del aburrimiento, que consiste en estrellar las uñas contra la superficie de una mesa.
Enseguida, fijo la mirada en el no ver; el horizonte promete ser un campo diseñado para alojar la palabra horizonte; el enfoque simula ser una forma única de distraer al ojo; el ojo finge ser una polaroid en un domingo soleado.
Es ahí cuando aviento un zoom contra el silencio: labios cerrados, puños duros, rodillas juntas y quizá también silla café. El rostro que-da pálido porque pálidos serán los rostros de los fantasmas.
Pero los fantasmas no vienen a tomar café. Se quedan enredados en una pompa de jabón, en un baño frío, en una zona intermedia entre el nunca y el jamás.
Yo soy uno de ellos.

lunes, 1 de marzo de 2010

El sismo que viene

Quise invertir el orden de las cosas. Usar la moneda por ambos lados. Parir horas a media noche como la madre desquiciada de un reloj de arena. Elevar la bandera del esqueleto a todo lo alto del calcio y bailar hasta los huesos. Investirme con el traje abúlico del guardián de la torre.
Uno no teje de la nada. Quizá sobre la nada. Y sigue ahí; sigue nada. De ahí que resista toda tentación de resbalar por el tobogán lubricado de las minucias. De ahí que mi espalda tenga ojos y mis zapatos alas.
No se me da la gana repetir evangelio alguno. Piedad sobra en este mundo de víctimas lunáticas. De misterios híbridos sé poco; por ahí, mitad estiércol, por allá, mitad pastura. Los siervos de la gloria irán directo al cielo de su auto; claro está, tras volcar.
Yo me revuelco en una orilla de mi cuerpo, ahí donde no alcanzan a llegar las miradas sibilinas de sirenas del fango.
Ahora soy invisibilidad y mutismo. Resguardo y clave. Combinación de dientes apretando la palabra entre las mandíbulas.
El sismo que viene.