martes, 31 de agosto de 2010

Otro yo.



Ese de ahí es el de aquí.
Es también el que está allá.
El que se asoma por el arco.
El que ve amanecer
sin decir
buenas noches.

lunes, 30 de agosto de 2010

Este no es otro ensayo de la ceguera.

Puedo hacer un dibujo de tu rostro cada día. De frente. De perfil. El detalle de una nariz respingada. Lo feliz de la almendra, horizontalmente ovalada, cuando estás contemplativa. El movimiento de la boca. Lo que hacen tus cejas ante la menor sospecha del paso de un insecto nocivo por el techo.
Incluso puedo hacer un trazo casi perfecto de aquellas cosas que suceden mientras cerramos los ojos. Un lenguaje, -uno muy otro-, se desplaza de forma misteriosa, crea erizos de luz, puños de fotones. Crea planicies, picos, cascadas, selvas; con todo y fauna incluida.
Que no miremos, no significa que los paisajes que creamos, desaparezcan: dan pie a otros mundos. Los he visto en lo más profundo y quieto del beso. En la más nítida oscuridad de la piel.
Es una pena que tenga que ser yo, quien tenga tan claros los detalles que te pierdes de ti cuando me besas. Pero no podrás evitarlo.

Musgo.



Una legión microscópica.
Lo infinitesimal.
Mundo donde tú no.
Apariencia que engaña.
Efecto.
Paso del agua.
Llámale como quieras.
No sabrás por qué vive.

viernes, 27 de agosto de 2010

Cara de culo en Baires.


Yo fui algo parecido a eso. Hablaba de algo parecido a eso. Vivía en un edificio que era algo parecido a eso. Caminaba por veredas que se parecían a eso. Pendejeaba como alguien parecido a eso. Era eso, fui eso.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Esto no corresponde a una lógica binaria


¿Por qué no estuviste? Como lo están las raíces. Como lo hacen las manijas de las puertas. Como acuden a la cita el ocaso y el sol. ¿Por qué preferiste dejarme sobre una línea desdibujada, a merced de un grito, bajo calores sofocantes, expuesto al cilicio de los días?
Flotante.
Viste mi mano, era la tuya. Comiste del mismo minuto donde yo sorbía el tiempo. Estábamos ahí, un par de narices pertrechadas una frente a la otra, luchando por respirar en un mundo asfixiante. Dos lenguas y dos bocas que no sabían estar quietas. Los oídos atentos a las palabras. Las palabras perfeccionando cada sentido. Éramos dos, y no sólo eso: el intento por construir desde el cero el uno. 
Y aún así, es no. O quién sabe.

martes, 24 de agosto de 2010

Palabras para un corazón fragmentado



He estado ahí, donde ahora estás, secándote. Te imagino mientras buscas entre tus zapatos un rastro de polvo que te recuerde que un día, llegaste de otra parte, a la habitación donde ahora te encojes.
Sé que no quieres olvidar de dónde provienes: de un lugar sin mundo. Y que en el fondo, quieres volver a él: a ese mundo donde huele a campo; donde las mañanas son sinfonías de luz; donde los árboles se posan en los pájaros; donde la belleza estalla y es color; donde el horizonte brota como una lluvia horizontal interminable.
También sé, que a veces te dueles de ti. Que miras a todas partes con ojos que desean borrarlo todo. Que las preguntas inundan el cuarto oscuro. Que nada te ilumina, y entonces, te ovillas en el silencio, en la taquicardia, en el control.
Eso es absurdo.
Tómalo con calma. Como te dije, “en la palma de tu mano”. Tómalo como si fuese un sapito; reconstrúyelo, dale vida, haz magia con él, recupéralo, trázalo; es bello, es inmenso, no tiene fondo, es tuyo, tu reflejo, sangre de ti.
Tu corazón.
Y cuando finalmente esté completo, fuerte y vibrante: entonces sí, úsalo sin miedo. 

lunes, 23 de agosto de 2010

Any time


Sabes, nuestra noche ya no es tal. Tiene la forma del día, cuando avanza sobre un muro amarillo: caracol que trepa en busca de infinito. Tiene la curva de una ventana: frontera calzada como una ceja al humo. Tiene una azotea y una mano. Nuestra noche se va saliendo de control. Se expande con la sed de la fibra óptica. Nos mira con ojo de satélite. Tiene la voz de una ciudad ruidosa que ya no camina –se abandonó en un extremo, pasó a ser un clóset inmenso, el que ya no abres.  Ahora bien, no debemos alarmarnos. Dejemos que siga así, persiguiéndonos durante horas. Permitámosle ser ese fantasma del que huyen todos, porque huyen de sí mismos. Dejémosle migajas en el suelo, que nuestro rastro sea preciso, que llegue una y otra vez a nuestra memoria para revivirnos en su incendio. 
Permitámosle que, una y otra vez, nos tome por sorpresa a cualquier hora del día.  

domingo, 22 de agosto de 2010

Ayer o mañana


Hoy, no debió ser más que la hoja seca.
La hojarasca y la hoja crujiendo.
El ruido caído bajo el talón.
Los pies caminando en veredas sucias.
La luz en estado de mucosidad.
La hora seca,
crujiendo con el ceño enfermo
de tanto domingo.
Una baba de demiurgo.
Un presagio.
Hoy debió ser ayer o mañana.

sábado, 21 de agosto de 2010

Chau sábado...


Átame con brazos de libélula. Ahógame en alcohol. Vomítame encima. Deja que se caiga una viga en mi cráneo –la que han curvado las termitas como un fideo gigante. Deja la ventana abierta para que una legión de mosquitos me infecten de dengue. Dame las aceitunas saladas, las que tienen el corazón de anchoa. Despiértame de madrugada nomás para decirme que son las cinco. Hazte pato. Róncame al oído. Dame la espalda. Vive tu vida desde mi boca. Vive tu boca desde mi vida. Rumia palabras de mi lengua: regurgítalas, son piedras. Saca los dientes, y ponlos a morderme. Dale a tus uñas un segundo aire, rascándome. Que tus labios blasfemen en mi nombre: ningún dios va a ofenderse. 
Es sábado, estoy de fiesta, hay que celebrarlo.

viernes, 20 de agosto de 2010

Palabras para mi Dueña.


Si esta noche no te muerdo, no habrá vértigo: Caeré de nada. Si las horas pasan, y  te contemplo con otro fuego que no sea el de mis ojos, nada habrá sido incendiado.
Si permanezco sentado, sólo seré la idea de un hombre sentado y sin sentido. Si me pongo de pie, y doy vueltas como una oruga ciega, no tendré tu árbol: el Olmo que te eleva.
Si no te desvisto, desde mi propia mirada desnuda ¿Cómo sabrás que soy yo en quien te abrevias como un signo, en quien te desdoblas, repliegas y arrullas? Si callara, por alguna razón ajena a la de mis manos al tocarte ¿te reconocerías invocada en mis silencios?.
Si no fuera eterno lo que eterniza el deseo. Si desear-nos, no fuese una muerte que matamos sudando, mordiendo, arañando, apretando. Si vivir y vivirnos, no fuese convulsionar el río humano, más allá de sus ritos, más allá de sus ciclos, en deltas y bifurcaciones inesperadas.
Si todo eso no fuese, ¿qué sería de nos, dueña mía? Dímelo ahora, de frente, ahora que voy directo a tu boca. 

La enfermedad más perfecta.

Tengo los síntomas de un ser vivo. Me desangro. Moqueo. Abro los ojos y me impregno de suciedad. El movimiento fluye. Toco y siento. Eventualmente soy razonable. Reproduzco uno a uno todos los procesos de un ser viviente: alimentarme, reproducirme, defecar. 
Estar vivo es sospechosamente sencillo. Vivir es una inercia colosal. Existir puede llegar a ser una broma de mal gusto. Estar: en, por, para. El otro no es un milagro, es un esfuerzo de mi fe. ¿Quién pasea su desnudez en mi jardín imperfecto? Hay miles de millones de hipótesis. Todas incorrectas. Todas, parte de la sintomatología. 
La realidad es nuestra enfermedad más perfecta. 

jueves, 19 de agosto de 2010

Lo que en realidad no se ve.


Oculto. Susurrante. Ausente. La parte de abajo de la maceta. Lo que no ves del tallo. El tic, sin el tac. Clandestino. Silente. Decapitado. El sello antes del sobre. La parte trasera. El paladar del tapón. Nuclear. Quieto. Invisible. Lo que hace al aire. Trasparencia abrumada. Condición de agua. Aislado. Preso. Exiliado. Habitante de la sombra. Estela cuántica. Revelación abortada. Piedra. Hielo. Vidrio. Lo que estando encuentra un modo de no estar.
Así vienes. Así te vas. Así puedo nombrarte. Así eres un dios de pacotilla. Un caballo elegante. Un diablo en los ojos del chamán.
Un ello.

martes, 17 de agosto de 2010

Magusa


Eres Bastet. También te llaman Miau. Me recuerdas a Maneki Neko en el movimiento hipnótico vertical de su garra. A veces, cuando el mundo se congracia con su calidad de agujero infernal, llegas en la mente de Bekeneko y huyo de ti. Pero tú siempre me encuentras. Saltas, muerdes, arañas, corres. Una pelota de acrílico te evade. Una mosca. Sacar la arena del arenero.
Yo, sentado te observo. Sé que regresarás maullando. Y claro, tu fiel esclavo te alimentará porque te ama.

Las fronteras de lo humano

Lapidación. Tu madre rota. Un hilo de veneno en el agua. Jornadas de un dólar en China. Migración y la nueva cacería. Tu inexistencia ante las alas flotantes del poder financiero. El plástico y su padre derramado, el petróleo. Una bala en la sien del ajuste de cuentas. El tráfico de la inocencia. Tu hermano muerto. El pasado presente. Lo absurdo ondeando en cada asta. La barbarie de no amar. Otra bomba. Tus ojos cegados. La mentira. El arrebato del tiempo. La fría soledad del plato. Nuevamente la muerte, ahora ahogada. Dios, penetrando infantes con el cuerpo de sus súbditos. El poder. El silencio. La estafa. El odio. Pakistán. 
Y mira si seremos idiotas cuando dudamos darnos la mano para caminar juntos, más allá de la frontera de lo humano. 

lunes, 16 de agosto de 2010

Forma correcta de comenzar un Lunes


Salí a fumarme a la terraza. La terraza mordía una pipa. Salí para que algunos pensaran que iba entrando. Por ejemplo, aquella monja; caminaba hacia el norte envuelta en un muro impenetrable de tela azul; lenta, como si cargara a dios en la espalda.
Salí y entré de mi memoria con la lengua, con las piernas, con el sueño; acostado, de pie, arriba y abajo; húmedo, acelerado, sonriente, seco; desdoblando capas, dimensiones y mundos, en un ritmo sincopado.
Salí para ver si era cierto que las mañanas pertenecen a las aves. Entré para darle un nuevo sentido a una taza de café. Para untar de chabacano la panacea de las ocho y treinta y también, para orquestar una guerra contra el silencio.
Cogí el “Libro del anhelo” –oía tu vida entre una lluvia falsa, en ciertos objetos, tras los ecos que las cosas dejan–; unas letras revelaron de otro modo mi entrar y salir. Hablaban de un hombre oculto tras un monje. De un hombre que recordaba a una mujer al recordarse a sí mismo. Este hombre había huido del mundo. O eso creía. El mundo está en el ir y venir. Entra y sale y queda.
Esta mañana de lunes, el mundo decidió adentrarse profundamente en mí. Lo recibí sin salir. Lo dejé estacionarse. Quiero que se quede ahí. Y ya. 

sábado, 14 de agosto de 2010

Sobre el barco.

Pienso en un barco y entonces, palabras tales como navegación, mar, estrellas y timón se alinean en el horizonte. Quiero navegar. Sé que el mar no es uno solo. No es el magneto calmo pegado al frigorífico. Pero tampoco es la postal mostrando la tempestad, como gesto único del océano. 
Observo las estrellas, el tintineo como certeza de cada noche, un trazo que indica como llegar y también, la repetición, lo mismo, el eterno retorno dibujado en mapas astrales. Cojo el timón para no olvidar que en su aspas habita toda dirección. Allá el giro, por acá la vuelta. Cartografías milimétricas que no son nada si no sabes leer el viento, el oleaje y peor aún, si hay nubosidad.
Mi conclusión es simple y a la vez compleja: la idea del barco no puede concebirse en solitario. En ese viaje debe estar tú. 

Mañana gris.

Aún no me sonreías y el mundo estaba ahí. Las mañanas grises llegaban puntuales y seguían grises incluso llegado el sol. En ese entonces, pensaba yo que el mundo no tenía compartimientos. Era una caja de zapatos; un aviso de obra en la banqueta; el mundo se las arreglaba para posar de pie en una terminal de viaje, sin la idea de viajar; estaba imbuido en una suerte de espionaje: quería ser el testigo de otros vuelos. Nada más. 
Luego siguió girando: dentro de una taza; en los escondrijos de la lengua; en el punto vago del ojo absorto; en rendijas dentadas donde la voz se entrecorta; en el tobogán de la lengua sin palabras; desde los tentáculos minúsculos del tacto en desuso; bajo el talón y su maniática propensión al desplazamiento horizontal, en la vana quietud del reposo.
Luego entonces, comenzaste a sonreírme. El mundo seguía ahí. Las mañanas grises llegaban puntuales. El mundo confirmó carecer de compartimientos y nosotros, comenzamos un vuelo.

jueves, 12 de agosto de 2010

Hacer.


¿Qué hacer? Esa sería una pregunta que no ofrece resistencia. Es el tapete que no miras al cruzar la puerta. “Hacer”. Esa, parece ser una palabra muy activa. No sé si una invitación a algo, tanto como una descripción de.
En todo caso, ahí está: gélida, pálida, y superficialmente dramática.
Uno no tiene que hacer nada. Al menos, nada tan extraordinario: despertar; poner café; regresar el rostro a su forma original; vestirse; cepillarse los dientes y las cintas; quedarse en una silla hasta que el día o la noche, o algo parecido al tiempo te expulse allá afuera.
No, la pregunta fundamental, esa que libra lo antes escrito, lo no escrito y lo por escribir es, ¿Qué haremos?
Y ahí sí, querida, si no la respondemos, ya nos chingamos.  

Extrañas coincidencias.


No pretendas arrebatarme el día en que nací. No aparezcas cuando no lo habíamos planeado. No me mandes a vivir al piso de arriba de mi depa, a quien iba a vivir en el piso de abajo del tuyo. No conozcas a mis conocidos. No hagas trabajos con quien usó la llanta de mi bicicleta para hacer una sospechosa marca en un cuaderno.
Y claro, no digas que la ciudad es pequeña, que el mundo es chico, ni bla, bla, bla. Simplemente, deja que todo sea, que fluya, que inesperadamente, las extrañas coincidencias se conviertan en un destino. 

martes, 10 de agosto de 2010

Muerte vulgar.


Saqué más afuera la ventana. Expandí esto que, en otras palabras llamamos hogar y que yo defino como silencio. Corrí la cortina, la mirada, la nube: había que ser horizontal. Me puse ahí, en el blanco y esperé el disparo.
La realidad es cobarde, pensé, nunca va a matarte de frente. Quise entonces tener una espalda más ancha, salir a la calle vendado de ojos, quedarme quieto más de treinta segundos ¿O cómo sería, cómo ocurriría mi asesinato?
En cambio la vida es rica en métodos para reducirnos a polvo. Lo hace a veces desde el color del Tabachín. Lo hace en la mueca de un perro. Te mata mientras respiras. Te bebe y luego te desfoga en uno de sus tantos drenajes.
A estas alturas, tendré que pedir una muerte vulgar. Una muerte de humano. Una muerte sin chiste, de caída en el baño o de asfixia causada por un bolo alimenticio.
Pinche vida, pa lo que me gustabas.

lunes, 9 de agosto de 2010

Inside and out


Afuera soy extraño. Avanzo por la vereda, pego el hombro a un muro grafiteado: un alguien, pretendió morder el mundo con los dientes de una raya. Allá arriba un perro, estrella felpuda de azotea. Bajo mis pies cruje la hojarasca –es el vidrio del verano que nadie ha barrido.
Me reconozco en cada esquina por donde he pasado. Sé también lo que es jugar a no llegar, ser la mosca desplazada con torpeza, el viento descoyuntado por la ojiva.
Decir afuera es decir cicatriz. Calles como muñones. Días que hilan sobre el tiempo una piel deseada.  Decir adentro es llevar tu nombre a la ciudad interior. La del golpe ciego de la sangre.
Créeme, no es pretexto querer quedarme adentro tuyo. Afuera hace frío. Detrás de tu puerta me resguardo y soy.

domingo, 8 de agosto de 2010

Instrucciones para llegar a salvo al Lunes.


  1.           No vaya a dos cines buscando tickets para una película que en realidad debe ver el martes.
  2.           Beba un chai frío, pero rápido, mientras camina bajo  árboles frondosos.
  3.        Asómese a un puesto callejero de películas y descubra el dramatismo de estar frente a títulos demasiado cristianos como para ser ciertos. Preferentemente, quédese con las ganas de preguntarle al tío que las vende, por aquel emblemático título: garganta profunda. Le hará un bien a la humanidad, y quizá a usted mismo.
  4.           Olvide la calle en la que vive. Luego regrese y no llore por la anécdota de aquel gatito abandonado adentro de una alcantarilla.
  5.         Si va a una plaza –los nuevos epicentros de la alteridad –evite pensar que esos arbolitos iluminados son cerezos: para Strawberry fields forever, se sabe, uno debe voltear al Central Park, sí, del lado de la calle 9.
  6.        Si tuvo una madrugada del carajo, lo mejor es que lo olvide chupando una paleta de la Rosa: siempre habrá una en el auto, y ah, nunca fallan.
  7.        Si además, olvidó hacer el trabajo que debió dejar terminado un día antes, y son las 9 pm, finja trabajar mientras en realidad hunde las pestañas en elfango de tuitah.
  8.        Sin embargo, si lo que realmente desea es llegar a salvo al lunes, dé un beso ligero, pero firme, de esos cuya suavidad entraña toda la fuerza de los labios, de esos que sin duda, le dan a uno la energía suficiente para cruzar a ese temible día, con una sonrisa imborrable. 

sábado, 7 de agosto de 2010

Significantes...


María Dolores Pradera: encerrada en ese círculo perfecto. Un cautín y soldadura, soñadores innatos de la fusión. Un candil que me pregunta por la India o por China, pero que quizá ignora mi desconocimiento probado en materia geopolítica. Una hermosa y enigmática araña gris que forjó una constelación fatal en una ventana. Quizá ya esté muerta. Un baño con vocación de escritor que engulle plumas bic y provoca inmediatamente la furia de los elementos. Un güisqui desconocido del que nacen besos y musgo. Una botella de cloro, declarando la guerra en contra de la humedad. Lentes y automóvil: ciega asociación. Nuddles olvidados con todo y camarón.
Tú dirás qué falta. O no. Fuera de esto: la insignificancia respira con envidia.
(Ah, Pessoa, ahí, colgado en su muro, lee nuestra poesía.) 

Abrazo




No encuentro otra forma de decir que tu abrazo es un amanecer.

jueves, 5 de agosto de 2010

La vieja cantaleta de ser y estar.


Después del ojo todo era ajeno, pero era propio. Ahí estaba el mundo, siempre él, tan distinto y a la vez, tan sí mismo: hoja estirada al punto de ruptura; tensión natural, incontrolable, de la ola masiva de sucesos que sin orden, ni intención, se colocaban en la interminable fila de la mirada.
Estaba el color, siempre tan cierto, desde su escandalosa e inalcanzable profundidad, burlando nuestros ojos. Estaban ellos, los extraños, accidentalmente reconocidos en un punto fluctuante: el territorio.
No era obvio estar. Quizá quedar, pero estar merecía una acupuntura diferente: la de tu mano; la de tu rodilla; la de esa almendra alargada que se llena de luz en mi pupila, como signos, como pinchazos confirmantes de que, después del ojo, todo es ajeno, pero nos es tan propio cuando decidimos estar juntos para mirarlo.
Así pues, pasando del estar, al ser.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Presagio...


¿Te preguntaste alguna vez por qué? ¿Imaginaste que sería así? ¿Te planteaste aparecer sin un nombre, siendo un alguien, cuya flotabilidad entre el todos, habría pasado desapercibida de no haber sido por un cigarro y una bicicleta? ¿Quién te dio los ojos, para decodificar aquel signo de entre la arena baldía de ese time line? ¿Quién nos impuso en esa orgía de silencios colombianos, la palabra perfecta para darle vida al hechizo?
Lo pregunto porque no quiero respuestas. Lo pregunto para que no lo sepas. Lo pregunto, porque comienzo a disfrutar el enigma de vivirnos así: desde el presagio.

martes, 3 de agosto de 2010

Fusilamiento

Hay claves que nomás no. Número intachables que aparecen bajo la piel. Días que, uno sabe, no nos viven. Señales surgidas del aliento infalible de la vida. Destinos en los que uno cruza en luz amarilla. Trazos perspicaces de nubes irredentas. Esquinas que no nos esquinan, que abren bahías, bocas y ensenadas. La vida es lo de menos. La vida es algo que hay que permitir -siempre y cuando, el viviente tenga los ojos abiertos. 
De vez en cuando abro los ojos. De vez en cuando, lo que veo también me mira. Se queda frente a mí, sonríe y sin dudarlo se transforma en cielo.
En esos en cuando, dicto la sentencia y te lo pido: fusílame con esa boca tuya.

lunes, 2 de agosto de 2010

Nueva York



Nueva York: 
hubo una vez, 
que dos voces murieron sin dejar otro registro, 
que un silencio de tres.

En tanto
yo comía un sándwich de huevo
en la calle tres
2007


600

Una terraza donde el musgo es otra cuadrícula. Una bugambilia cuyo muro verde aguarda la llegada de las hojas. Un techo alto e inclinado para que la lluvia no duerma. Dos sillas y una vela. Beirut abriendo fuego. El humo rondando. Los güisquis urdiendo pecho adentro una batalla dulce. La ciudad al fondo, un cuadro quieto y oscuro. Arriba la bruma, la lluvia que no llegó. Estamos ahí, en el número seiscientos de la vida.