sábado, 31 de julio de 2010

Olmo



Olmo.
Ese será tu nombre. Crecerás aquí. Me darás sombra cuando lo pida. Yo te libraré de la lengua sayagueza y del León que duerme en la provincia de Zamora.
He nacido tantas veces que sólo me resta ser hoja. Un líquido que, de tan verde, duela cortarlo. O un blanco bruñido. O un gris escalado, duro.
Tú eres tronco. Tu color es corteza. Sin embargo, mides mis brazos en su borde mismo, llegar a tu cavidad, y dar la vuelta.
Te sé, como una rodilla esquinada en el llegar.
Ayer ibas de raíces abiertas. Pájaros, como números impares, se alinearon en una tercia de navajas.
Yo volé, luego caí: así es como regresé a tus raíces y fui tu árbol, tu Roble.

No oh che.

Dejando de lado que la cocaína fue mala, la fiesta fue buena. Ibas y venías en renglones que no conocía. Un adiós. Otros gestos. La gente volcándose en proverbios muertos. Los otros allá, siempre otros, en sus esquinas. Yo apretando la mandíbula conteniendo un beso que no llegó. Tú, no sé, dormida sobre un galgo mientras la liebre cruzaba la carretera. Ellos, todos, nadie, uno. La noche me dejó en una orilla por demás conocida. Mi bicicleta dormirá bajo una carpa de un bar. Gracias mundo, gracias. Te declaro mi amor, pero no tengo agallas para dejarte.

jueves, 29 de julio de 2010

Antes de que el gallo muera tres veces.


No me voy a quedar cruzado de labios. Con una X reptándome en la frente. Firmando la permuta de los destinos posibles, por tinos claudicados. Sacaré la sombra del contenedor de organismos reciclables, la pondré bajo el brazo.
Mejor abro las manos. Muevo los pies con todo y sus treinta y siete trincheras. Enciendo la cabeza. Dejo que broten enunciados dictados a bocanadas. Quiero que digan “no fue aquí”; que subrayen con tiza roja un renglón de tu muro.
No voy a quedarme para ver la forma en que un mendrugo toma el lugar de mi cuerpo. No haré mansas reverencias al cliché del futuro. No dejaré que mi savia acabe con el árbol
Estaré vivo, después de mí. 
Detrás de mí.
Antes de que el gallo muera tres veces. 
Parado en el centro del mundo. Encima de un hueso. 
Un eructo de dios cruza: esta vez es un ave.
Una vela lleva una bala de viento hasta aquí.
Navego. 

La isla se agita.
Miro de reojo la caída.
Sigo remando.

Estoy parado en el epicentro de una transformación.

martes, 27 de julio de 2010

La importancia de ser entomólogo


Puedo dejar que revoloteen en torno a mí, cualquier cantidad de insectos. Soy un foco de cien watts que los atrae. Me siento por horas en esta silla a la que quiero comenzar a llamar colina, pradera o algo parecido.
Uno debe inventarse o reproducir el mundo, así nunca haya salido de la cocina. La cosa es, que no es fácil consolidar un régimen existencial adecuado para las termitas, para los ácaros, para las moscas, moscos y hormigas.
¿Por qué nadie se fijó en mí a la hora de domesticar a las abejas? Habría sido por desdén, soy un entomólogo natural. Quizá Kafka lo sepa. Tal vez mi metamorfosis comenzó cuando comenzaste a tratarme como a un gusano y me dejé pisar por tu afilado tacón del diez.
Quizá no y no importa. Las cucarachas lo comprenden desde el patio, o desde mi corazón que se orea en el patio.

Insalvable.

Lo insalvable de nuestra orilla 
era su longitud. 
Podías pasear encima de ella 
sin caer 
sin ahogarte.
Poner los pies bajo el alma.
Elevar una montaña.
Urdir la nube.
Tramar el presagio.

En esa orilla 
el horizonte se empeñó en prolongar una fe.
Pero también era insalvable. 

domingo, 25 de julio de 2010

Sabbath


Ser extraños en un patio. Jugar a escondernos uno detrás del otro. Seguirnos el rastro conforme la intoxicación avanza: güisqui, marihuana, una tacha –mezclados de modo celestial.
Pero no. Tu ríes por allá. Yo me asfixio en mi vómito.
La música funge como un imán que por fuerza nos atrapa, que por despropósito nos une; la gente se  comporta como un himen enorme e impenetrable: una pared nebulosa de rostros, la desfiguración social, un ritual de cascajos percutidos para matar a nadie.
Ahí estamos: perdiéndonos de nosotros. Siendo los otros entre ellos. Nosotros sin nosotros. Tristes isótopos del yo, simulando el uno; acariciando el impar, jugando al individuo; representando una escena suicida del amor.
Y francamente, creo que no estamos para eso.

Marcas.



Significado y significante. 
La piel es el lienzo. 
Mi brazo ahí: piedra tallada. 
Signos tallados sobre mis poros. 
Tiempo que se queda. 
Líneas de mí. 
Un "eso", el quedar. 
La aguja, la tinta. 
Yo. 

viernes, 23 de julio de 2010

Anciano que quién sabe.


Era el tedio. La edad postrada en una silla –artefacto vulgar que soporta algo más que cuerpos: una fábrica de humores; el hedor concentrado en un tapiz azul cobalto. Era la humanidad, arrugada ahí, en sus manos. Era dios, luciendo su mejor ausencia en un gesto, en una marca.
¿Era la vida? No. Era él: un otro más en la ausencia. Era la ausencia sobrepasando las moléculas, elevada a una condición existencial fatigada. Era la expresión cruel de lo común. Un producto perfeccionado del espejismo cultural. Un ser humano concentrado en una silla, en una orilla de la humanidad: contenido únicamente por la fe de ser y estar, realmente ahí, en eso que moría y le moría.

Jodido Luo Reed.

No existe el día perfecto. Los tragos resbalan y se van. Nada llega al fondo, ni siquiera yo. La plegaria ronda un "tenme en ti". No podemos, podamos el silogismo hasta desnudarlo en su unidad racional: no puedes ¿Qué somos? Algo qué acomodar. Y sí, en esa palabra hay sofás, hamacas y una playa vacía. No todo lo que ves, será. Escuchas el resto de una palabra que no tuvo violencia. Fue, en todo caso, una palabra que te quiso; una palabra que intentó hablarte al oído.
Jodido Lou Reed.
O quizá Elliot Smith.

jueves, 22 de julio de 2010

Vocación



Cuando me di cuenta que la filosofía no me llevaría a ninguna parte, apareció este hombre en mi horizonte. Supe entonces lo que quería: ser un burro llevando a otro burro. 

martes, 20 de julio de 2010

Llevé mi muerte a bailar.


Hoy recordé el primer contacto que tuve con la muerte ¿cuantas veces la muerte ha recordado su primera idea de mí, de ti, de nosotros? Un respiro sintetiza dicha dialéctica. No hacen falta coloquios, ni largas disertaciones. Mi primo murió ahogado luego de que su avioneta cayó en un lago.  Tenía mi edad, ocho años. Luego vino mi abuela, de apellido portugués; una anciana que me daba rompope y chicles de Talpa. Ahí estaba mi padre llorando, y yo a su lado, enfrentado por vez primera a su dolor: el primer llanto que realmente me dolía. La vida se encargó de darle a la muerte distintos rostros y distintas dimensiones hasta que llegó un punto que se convirtió en lo que es: noticia, algo que ya no dice nada.
Incluso, algo a lo que me mi cuerpo ya se anticipa.

lunes, 19 de julio de 2010

Puerta..


Una vez, frente a una puerta, no tuve más ojos que dos pies. Así me vi caminando y caminé viéndome partir. Respiré al tocarla. Bendije con besos ese oír, que el tacto producía al abrirla. Entré saliendo, sin dopar el discurso de paradoja alguna. El piso caminó conmigo. Forjé metros de nubes y huesos, sobre el friso reticular de esa andanza. Le di vida a un tipo de carne que nacía ya atenta al diente. Nombré un animal no improvisado en las siglas del ser. Hice latidos y fuegos de ave Fénix. Colmé de sentido la breve, pero fugaz, canonjía de la búsqueda.
Aquella vez, en aquel umbral absoluto, supe lo que era hacer y estar en la historia.; supe también pararme en dos pies y seguir vivo sin respirar por otra razón que fuese, llenarme los pulmones.
Al cruzar, cerré la puerta.

domingo, 18 de julio de 2010

Fin del exilio


Olas negras. Ecos ávidos. Polvos nulos. Calores agrios. Moscas infinitas. Espacios sobrantes. Tiempos extendidos. Arcas inválidas. Transpiraciones secas. Muros carcomidos. Árboles aletargados. Techos menguados. Puertas extenuantes. Pisos hundidos. Grietas abismales. Palabras sofocadas. Brazos caídos. Manos fracturadas. Encías absortas. Putas. Perros. Balines. Calcetas. Danzas. Mañanas.
Los agravios de la vida.
Que terminen. 

sábado, 17 de julio de 2010

Exilio II



Ahí estaba. 
Olí, caminé, pasé de largo. 
La vida tiene un andador como el que ves. 
No tuve tu mano para cruzarla. 
Pero tampoco iba solo.
No como era de esperarse. 

viernes, 16 de julio de 2010

Cosas del exilio. Parte I


Me alejé, pero no lo suficiente. Dejé atrás la ciudad y vine aquí, a ser yo sin el ello. De pronto, un arpa me tendió una trampa: abrió un tiempo silenciado. Lo tomé del sobre que tendió al aire. Tenía un perfume que no pude identificar. No supe si el té, el tabaco o el ventilador que giraba sobre mi cabeza, lo disiparon.
Seguí sentado escuchando el mensaje. Pensé “no siempre los mensajes deben decir algo”. Una obstinación demasiado nerviosa y nociva nos empuja a descifrarlo todo. Oh, estupidez.  
A veces, el silencio, el no saber y el quedarse en blanco, por sí mismos son el mensaje. Más aún: el lenguaje.
Uno debe Sentir y callar.
· El harpa siguió gimiendo hasta enmudecer. 

viernes.

No he llegado a ser un cuerpo. Soy una pastilla de jabón neutro resbalando de tus manos. También observo. Estiro el ojo hacia la calle. Luego lo regreso adentro, al párpado-muro; a un punto ciego.
Siempre tengo una mano libre para cortarme la respiración en caso de nostalgias. Vivo en una mansión hecha de zapatos, de pasos y caminos. Por allá un parque; un edificio completo, mis venas; países incrustados como várices en mi piel. En otra esquina el mar del Atlántico. Costas que son costras. Arena y yo aquí. El gran Pacífico, en hibernación y ola.
Sé que el norte aúlla en un cajón. Mi pasaporte tiene los sellos de un extraviado. Un exilio comienza a crecerme en las uñas: quiero rasgar toda distancia.
En estos días sé que perdí algo más que un bisturí (aquel con que hacía cortes, tajos y profundas incisiones al absurdo). 
Ya no sé mirar a través de....
Ni por, para, hasta.
Según sé.

miércoles, 14 de julio de 2010

Cadáver en potencia.

No quería que el ojo viera. Impedí hasta donde pude tu olor en mi olfato. Amputé mis manos, dejé que los muñones sintieran lo que en verdad es la comezón de la ausencia. Mordí el sinsabor, para que la lengua no distinguiera rastro alguno de tu saliva. Oí algunos ecos y no quise creerlos.
Hasta que finalmente, perdí la fe, y pude ser otro cuerpo más, un cadáver en potencia.

martes, 13 de julio de 2010

martes 13


Ser todo lo que no hay. Por ejemplo, haber sido sin mí, en un martes trece nublado. Un martes trece y donde tú estabas viajando en una semilla de cacao. Otro martes trece, esclavizado a letras que desde siempre se sabían encadenadas a un universo finito: la palabra.
Un día no común, para intentar ser como todos, sin llegar si quiera a ser el otro –mucho menos, un yo. Un espacio de calendario fragmentado en millones de huesos rotos, huesos arrastrados en un este tu no cuerpo. 
Hoy pues, hoy: un pinche día donde fingirse humano, casi fue serlo.

Pausa


Un momento.
Yo quise esa pausa.
Busqué ese no
  –El no ahí–
Cavar con las uñas.
Vaciar el cráneo.
Vivir un maratón de ausencias –rodeado de tales.
Jadear como perro.
Saltar como brasa.
Hundirme
      en el más vacuo esplendor
           del no ser
y todo porque sí.

lunes, 12 de julio de 2010

La vida, hija de puta ejemplar.


Uno no regresa así nomás al silencio. Las conjeturas tampoco llegan como un perro callejero a moverte la cola. La curva del camino fue pensada y advertida; luego no te explicas el por qué volcaste. Nacimos con un agujero imposible de tapar. Vivimos siendo un agujero. Los ojos son agujeros donde el alma aspira el gas que la mata. La palabra tiene agujeros y entonces nadie sabe de lo que habla. Habría querido hablar, no saber, transitar hasta el final con los brazos abiertos, pero la vida, esa gran hija de puta, sucedió.

viernes, 9 de julio de 2010

Antes que suceda



Antes que suceda –sí es que sucede –veremos cosas que nunca antes. No. No las veremos, las veré, Yo, en mayúsculas y de pie. Por ejemplo, la reversión de este siglo en la crisálida. El poder edulcorante de un molusco, nadando inquieto en mi café. Veré también el florecimiento de las piedras en un campo de ópalo. Lloverá de abajo hacia arriba y lo que caiga del cielo no será el fuego del señor, si su ego.
Todo esto sucederá.
Yo seguiré mordiéndome las uñas. Mis ojos estarán ciegos de tanta lagaña disecada. Se me habrán doblado las muñecas por el peso del reloj. Me volverá a crecer el pelo que sistemáticamente depilo de las orejas. Se me caerán los dientes y así me quedaré, para que la sonreír piensas que estoy haciendo una real y auténtica cara de idiota.
Luego entonces, cansado de esperar que suceda, no recordaré más lo que espero. Habré llegado al cielo, ese cielo que desde siempre me ha batido las alas, en la frondosa inercia del olvido.
Vaya que sí.

jueves, 8 de julio de 2010

Adentro.


Me quedo adentro.
Donde no soy el ellos.

Respiro en el marco de una postal.
Duermo en un renglón.
Habito en la nomenclatura,
no puedo irme sin provocar tu extravío.

Bajo mi piel,
otros brazos se abren para abrazarte.
Úsalos.

Te necesitan.

miércoles, 7 de julio de 2010

Cinco fases para ser un escarabajo no kafkiano

Fase I
No me significa, aunque mar. Cuadro ahí: quietud extrema de un galgo. Hielo: roca donde la transparencia es un pecho. Un nombre: ara donde el sacrificio ocurre sin derramar una gota de brandy.
Fase II
Tengo una aldea extinta en el paladar. Una sensación de apagón universal. Lo que cesa, palpitó. Lo que queda, crepita. Lo que viene, saliva ya de una boca desconocida.
Fase III
En este segundo, nace un desierto en alguna parte de mis uñas. Llámale como quieras: es un cosmos árido.
Fase IV
A veces me sucede salir a mirar el mundo sin encontrarlo extraño. Entonces, es el mundo el que encuentra extraño que un tipo como yo, salga a olvidarlo.
Fase V
El vacío: condición fractal donde encajar un pétalo de flor.

martes, 6 de julio de 2010

Atardecer.



Este fue mi atardecer:
Hora de silencios.
Tiempo de silencios.
Silencios y cilicios.
Callar te nos se.
Caer te nos á í.
Roer te nos seá.
Tantos infinitivos: otras lenguas, también mudas.
Pocos labios: picos sellados.
Incierta nostalgia: desierta transparencia.
De cierta transpiración.
Inspiración: poros.
Lo que pasa escurre de un molde fracturado.

lunes, 5 de julio de 2010

Aire.


Uno macera la nariz contra una piedra de oxigeno. Contiene el polvo que se alza sobre el espejismo de la vida –estar vivo es un prejuicio fácilmente superable.  Disuelve el vapor que va quedando de la lluvia.
Uno ve el contorno de la nada que despeja el horizonte. Siente cuando el ala soporta una tonelada de pájaros húmedos. Asiste a la hoja, cuando se vuelve un violín, desesperadamente verde. Empuja a la flor para ser fecundada.

(El viento es un pleonasmo de la respiración y el suspiro. Por él se cuela el tedio de la invisibilidad. El horizonte se despeja, aunque en realidad se despoja de todo.)

Aire inmóvil, forma simple que la soga atrapa en la garganta, hay ojos ya perdidos en un paisaje de muerte.
Mirada del fin. Tu último respiro. El primero que no es mío. 

domingo, 4 de julio de 2010

El superpoder de no darme a entender.


El peso cae por su todo: a tiempo. El silencio no sabe zafarse del silbato. La imagen no perdura más allá de su espejismo. Labios sellan un ellos mordido, negado, de y por comisura azul. Ahogo el agua a bocanadas. Aire pertrechado en un puño invisible. Envaso el viento. Reviento a dienta y siniestra. Floto en la conspiración de la nariz constipada. Moco. Lloriqueo ¿Alguna otra verdad que estornudar? Granizan cartas sin destinatario. Hoy fue un día gris y a decir verdad, bello. Otro soy, siendo nada, en capítulos que disminuyen mi capacidad telúrica. 
Ese sismo de ayer, yerto ya en epicentros sin. 

Dominguera


Así las cosas, no supimos si mi hermano desapareció detrás de su barba o si de ella nació un bosque.

viernes, 2 de julio de 2010

Vacío.


A una señal tuya, el sol será un astro fallido. Vendrá la noche a desposarnos. Caeremos cada uno en una sombra peculiar, la del adiós. Sin palabras, regresaremos a un gesto fácilmente reconocible, el del dolor. Así, habremos pasado a la historia que todos susurran y nadie acepta, la de la derrota. Nadie se enterará de nada. La sábana seguirá tendida. La cama volverá a ser una planta de ornato. No habrá que guardar silencio mientras nos desmoronamos como una idea. La carne habrá de corromperse en quejidos solitarios. La mirada regresará al acostumbrado temblor de mirarse en un espejo como una piedra. Se secará cada rama del atardecer. La mano se volverá un pasajero sin destino.
Hablará el vacío. El que quedó de otro vacío. El que vació otro vacío: El de ser desesperadamente humano.

jueves, 1 de julio de 2010

Mejor.


Uno elige el abismo. Lo besa. Se ciñe a ese lento caer, adentro del corazón más negro de la pena: el que más ilumina la vida. O no. También se puede voltear atrás, dar la espalda, congelarse cálidamente en la contemplación, y disfrazar de vida lo que en realidad es, una muerte simulada.
Yo soy de los que caminan a ciegas sujetado a una mano. La tuya. Soy el que respira directamente de tu nariz. El que la toca. El que bebe de ti. De tu boca. Quien se arropa de tu piel.
A mí, el miedo no me ladra. Es un viejo sentado en la acera de enfrente. Conmigo viene, está y sucede la vida.
Conmigo, te tienes mejor. 

Las enfermedades de la vida, parte I


1.     Las metafísicas. Son las más graves, lo vuelven a uno una suerte de híbrido: mitad carne, mitad eructo. El mundo al revés, reina aquí. El cerebro palpita y el corazón piensa. La boca caga y el culo habla. Son las que Borges definía como “pasiones metafísicas”. Tan cioranianas, también. Huya de ellas mientras pueda o vuélvase un queso.
2.     Las irónicas. En cierto sentido, la vida se las arregla para ponerte o quitarte de lo que tontamente consideras, tu lugar en el mundo. La lección es simple: ella manda. Tú eres otra pieza reciclada del basurero existencial. Una más a la qué ponerle un nuevo o un viejo revestimiento. La ironía pues, es dios, y se ríe de ti a carcajadas. Prohibido rezar para evitarlas, eso ahonda la tragedia.
3.     Finalmente están las otras; mismas que no pienso explicar. Mejor las vivo.
4.     Y estás tú. Cómo olvidarlo.