No quería que el ojo viera. Impedí hasta donde pude tu olor en mi olfato. Amputé mis manos, dejé que los muñones sintieran lo que en verdad es la comezón de la ausencia. Mordí el sinsabor, para que la lengua no distinguiera rastro alguno de tu saliva. Oí algunos ecos y no quise creerlos.
Hasta que finalmente, perdí la fe, y pude ser otro cuerpo más, un cadáver en potencia.
De todo un eco
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Un libro que te regrese a tu vida, que se entreteja en tu respiración. Que
se imprima en tu DNA. Que te entregue todos los capítulos y te ceda las
llaves d...
Hace 6 años
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