domingo, 20 de febrero de 2011

Cautiverio

Hay historias que se tejen sin hilos. Van al aire y se desplazan a través del aliento. El aliento seduce la palabra hasta la ráfaga: brutal intersticio donde el rey sitia el silencio. Hay hilos que se vuelven dedos y tocan. La caricia ciega, la que no se ha dado, es cardinal. Cuatro puntos y un centro: el tuyo. Una imagen  tiembla replegada: potencia cimbrada de raíz. 
El caracol, la espiral: todo ascenso y descenso. 
Vuelvo otra vez al sentimiento alisio de mirar al sur. Temo que esta vez, alentar será soplar en la penumbra.
Recreo el canto solitario de un gallo. Me erizo. Tienes razón, soy una criatura cautiva.

sábado, 19 de febrero de 2011

Seis islas.

1. La inmensidad es apenas una isla de lo infinito. 
2. El mar interrumpe la continuidad de la isla. 
3. La isla es otra palabra que flota. 
4. La isla: estanque de piedra donde el pez se anonada. 
5. Nadie la aisló, se fue de puntitas. 
6. La isla más joven aún chapotea.

jueves, 17 de febrero de 2011

Entre nosotros: ellas.


Frank Lozano                   Aurelio Asian


Hay que arrojar botellas con una certeza: el mar es el mensaje.
                
           Ajar bellas con una certeza: el mar es el masaje.


Hojear bellas con una certeza: son el árbol.
             
           Hojear bellas con una certeza: te reescriben.


Hurgar bellas con una certeza: ellas te hallan.
     
           Hurgar bellas con una certeza: estás perdido.


Jugar con bellas con una certeza: tú eres feo.
     
           Hallar bellas con una cereza: eres trofeo.


Hartar bellas por una certeza: eres falso.

            Hollar bellas con una simpleza: entrar descalzo.


Hilar bellas con una certeza: te han tejido.


            Amar bellas con una certeza: el espejismo.


Armar bellas con una certeza: el instinto.


            Amar bellas con una certeza: el infinito.


Domar bellas con una certeza: el abismo.
        
            Dar en bellas con una certeza: son tú mismo.


Darse en bellas con una certeza: te arden.
       
            Darse a ellas con una certeza: nunca es tarde.


Enredarse en ellas con una certeza: son ovillo.
      
             Darse a ellas con una certeza y no un anillo.

martes, 15 de febrero de 2011

Dígalo...

Fumando. Con adobo en los labios. Desde una mueca. Al elevar el pulgar. Masticando un taco. Con una lata pateada. Con el ceño fruncido. Cejijunto. A ojos cerrados. Con una rodilla flexionada. En la comezón lumbar. Al acicalar a un felpudo. Con los codos en la mesa. Al afilar una navaja. Sin afeitarse. A manera de desliz. Al apagar el foco. Debajo de la cama y sobre el tapete. Con el mar o sin él. Antes y después del café. En pijama y con crocs. Mirando Mad Men. Ayer, hoy y mañana. 
Dígalo, no se arrepentirá.

domingo, 13 de febrero de 2011

El mar en veinte fragmentos

                            Para Aurelio Asian y Sasha Sokol 
                         (Musa involuntaria de esta y otras mareas).

  1. En tierra el mar sus pasos entierra.
  2. El mar es su propio remo, y nada.
  3. El mar muerde sus labios alados: vuela.
  4. El mar siente que el pez será flor en su vientre.
  5. La marea baja es el mar que anda cabizbajo.
  6. El mar se hospeda en un hotel con vista al infinito.
  7. El mar está agitado, no le grites.
  8. El mar trae puesta su envoltura para regalo.
  9. El mar se enamora de las solas tristes. 
  10. El mar es el viñedo del pez uva.
  11. Para arrullarse, el mar se basta a sí mismo.
  12. Un, dos, tres por el mar que está en las olas...!
  13. El mar es la hamaca de los barcos.
  14. Violentos a mares.
  15. Bajo el sol, la tarde es a mar y ya.
  16. No hay mar que por pez no venga.
  17. Del mar me gusta la Marina.
  18. Dejaste el mar abierto; ni siquiera la bahía podrá cerrarlo.
  19. Mirar es arrojar tu ola interna al mar.
  20. Nadie dijo nada de la marea altiva.

sábado, 12 de febrero de 2011

Sobre las ventanas.

Abrir la ventana es buscar una referencia. Puede ser el horizonte, una rama, el viento. Cada movimiento, voluntario o involuntario se registra ahí a manera de sucedáneo. No hablemos de devenir, ocupémonos del tránsito y quizá también del encuentro entre el anhelo y la imposibilidad.
Uno se puede quedar mirando por horas a través de ella: la ventana es el encuadre de una fuga. Una suerte de geometría que se las arregla para ser un segundo párpado, uno cristalino, uno que incluso hace las veces de puente entre la isla del otro y tu propio aislamiento. 
A mi me gusta que las ventanas entrañen algo más que una apertura respectiva; me gusta que funjan como tendencia a la nada, como episodio de frustración, como vano intento por salir, como insinuación de posibilidades, como renglón abierto o cosa rasgada. 
Una ventana que no cumpla con estos requisitos, tendrá que ser cerrada. Una persona que no sea como una ventana será descorrida y una vez hecho esto, a ver quién la halla, a ver quién se asoma, a ver quién se queda ahí detrás mirando pasar la vida, esperando que alguien llegue y la abra. 

jueves, 10 de febrero de 2011

Su posición.

Supongo que debo comenzar por recordar los detalles más insignificantes. Por ejemplo, eran casi las ocho de la mañana y nuestros dedos decidieron acercarse por accidente. No diré nada sobre la sopa de queso. Obviaré el vodka, las papas fritas y el frío que jugaba con el humo de los cigarros, las risas y Beirut. Como este, solamente es un disparo al aire, seguiré encañonándote a ojos cerrados; pero eso sí: nadie va a morir de esto. Si acaso, la tos, los estornudos, o la fiebre nos acusen cuando el juez se encuentre roncado. Qué sé yo. Este es un ensayo de otras palabras, un juego del que ni tú, ni yo, debemos participar seriamente. 

domingo, 6 de febrero de 2011

Sobre la piel


La suerte ha querido que atraviese el tiempo debajo de esta piel. No voy negar que a veces es cálida, que ciertas noches, su aspereza funciona como un buen exfoliante o que sabe ocultar muy bien la soledad.
Es la piel el único órgano que siente sin significar, que recibe y se eriza al responder. Sin embargo, yo escribo con la punta de la lengua. Será porque muerdo recuerdos o porque me sonríen unos labios o quizá porque me cansé de saborear el humor ácido de un paladar mudo.
Estoy convencido de que, al decir agua, erosiono simbólicamente tu aliento, mis fuentes internas, los ríos de palabras que ya no podrán fluir. El agua es su propia lengua, una traslúcida; es una sombra líquida que se pega a toda superficie siguiendo una inercia, un descenso no calculado y por tanto libre; se acomoda sin esfuerzo sobre grietas y hondonadas; se despliega hasta producir humedad: que no es otra cosa que su sombra, pero también, su otra voz.
Del agua a mi piel y de mi piel a la tuya solo hay manos. Tocarte es dejar de insistir para asistir al final de la resistencia. Mis dedos leen las palabras que transpiras; decodifican los signos que tu aliento exhala; interpretan los movimientos mínimos, casi imperceptibles, que levemente te transforman en brasa, en boca de río.
Entonces sí, la suerte de ser mi propia piel encuentra un cauce. No pregunta nada. Es inquietud fijada a ti. Ya fluyó. Ocurrió. Se desbordó. Mira tu piel tendida. Forma sinuosa que se realza por si misma: convexa, oronda. Un lente que agranda el sentir.
Piel. Tu piel. Nuestra piel.