viernes, 25 de noviembre de 2011

25 de noviembre


11:33

¿Con quién tengo que hablar para callarme? Escribo por ahí, con la esperanza de la que la escritura responda la pregunta. Porque se sabe, escribimos para exorcizar, para mantener a raya al monstruo, para aquietar a la bestia, para sostener el equilibrio del mundo. Y sin embargo, la voz interior cada vez es más grave. Su volumen rompe desde adentro los tímpanos. El cerebro se ataranta. El espíritu enflaquece y en ese momento, estamos a merced de la nada.

Hay demonios que no renuncian a su forma original. Bellos, alados, imponen su imagen para consumar su vocación. La demonología y la teología coinciden en el carácter manipulador del diablo. Engaña, dicen. El humano cae. La manzana u otra cosa, son vehículos metafóricos que animan la fábula de la seducción.

¿Somos débiles o la debilidad es una fuerza que nos impulsa a oponernos a las imposiciones de una lógica que nos sitúa contranatura, en el camino inverso, en un carril que no es opuesto, sino simplemente parcial?

Caminamos para sentir que quizá esa es la forma de quedarnos quietos. El paisaje pasa en los rabillos de los ojos. El tiempo se acumula y no sabemos a dónde llegar.

Callamos.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Espejos.

Ella se paró frente a la puerta que estaba marcada con el título "Mujer". Afiló sus tacones en el cemento liso y frío. Se sacudió el cabello. Hizo una imagen mental de su rostro: el rimel bien delineado; un poco de sombra sobre el párpado; los labios discretamente pintados con brillo labial color uva. 
Giró la perilla y entró. Fue entonces que descubrió que tal puerta, en realidad era una salida. "¿Salida a dónde?" se preguntó. Ahí fue cuando quiso ser hombre y rascarse los huevos. Quiso ser piedra y cruzarse en el camino de un extraño para hacerlo tropezar. Incluso, quiso no ser, para que de esa forma ser fuera algo más ligero. 
Pero ya era; también era tarde, a juzgar por las sombras que le impedían reconocerse frente al espejo que pretendía cruzar en su anhelo de desvanecerse. Puerta y espejo. Naturalezas disímiles para fines paralelos: "entrar o salir de una misma", pensó.
Del otro lado del espejo, un hombre, o la idea de un hombre se ponía de pie, cruzaba otra puerta -la de sus sueños- y dejaba para siempre a la mujer que esperaba; no sin antes pensar en su propio reflejo desdibujándose en el espejo. 

jueves, 3 de noviembre de 2011

Génesis sobre las ganas.


Todo comienza sin comenzar, sin ser.  No hay camino. La longitud se arrodilla hasta volverse un punto o un nudo casi imperceptible. Tampoco existe el sonido, el proceso se gesta en la voz luminiscente de una descarga eléctrica que ignora ser, caudal y continente de lo otro. Todo comienza siendo aire, porque eso es la idea: una verbena invisible, una suerte de fiesta molecular –lo que teje esa red que para sintetizar llamaremos universo y para detallar se resuelve en todo: la piedra y el meteoro; la hoja y los neutrinos; el ave y la supernova; la piel y la energía oscura.
Luego desciende y se materializa: entra en la caja de los espejos, en esa zona muda que da forma a la idea y ser al ser. Se materializa y no –por eso los espejos, los reflejos, las sospechas, las posibilidades, los rostros, la intención de crear o recrear. Ocurre y no. Es aproximación que recorre el signo y crea el significado, ahí y no en otra parte emerge la palabra, el puente, la risa y lo que comenzó sin comenzar, comienza a ser. Aún no se palpa, solo es disparo de nube o bocanada; es el rayo y el trayecto que deslumbra sin quemar.  Creas y te crean. No eres pero estás, no estás pero sientes, no sientes: transpiras. Después viene el estrechamiento de universos; no se tocan, se admiran. Uno frente a otro, como dos búhos gigantes. Vienen y van –la mansedumbre oculta el filo de sus cuchillos. Están ahí. Dicen más de lo que dicen. Seducen como el mar cuando se aleja. Se lamen la intención, el deseo herido. Se quedan ahí hasta volverse dos piedras hermosas.