sábado, 29 de enero de 2011

Tenemos el corazón barnizado. Tenemos por río una piedra que se desliza hasta perderse de vista. Sobre nosotros nada crece, ni se agita. A los lados, la muerte es plana. La voz es cóncava y la palabra una escama imprecisa.
Tuvimos nada.
Eramos solos.

                      Allá vamos: al aquí.

sábado, 15 de enero de 2011

Luz, ojos, manos.

Pensé que la luz al final de camino sería la de tus ojos. La luz no tenía por qué ser un imán del más allá, pero tampoco el chispazo efímero de una luciérnaga. Tampoco había una categoría intermedia, una técnica de salvación contra la condena extrema de ser y estar. Una droga de limbo, una suerte de fiesta de los tibios, un elogio al punto medio. 
El mundo se las ha arreglado para romper, dividir o fragmentar las cosas hasta el punto de que nadie se reconozca en ellas, ni en ellos mismos. Partículas desentendidas, desvinculadas y distantes. La idea y la idea de la idea, el eterno sabotaje de lo irreal a lo real y viceversa. Uno en medio, cual parásito de la inercia sorteando golpes, la siguiente caída o el primer y último balazo. 
Por eso buscaba en tus ojos una luz, sin antes, ni después. Una luz pura y palpitante; insignificante en cuanto valor. Luz. Por tanto energía y por tanto eternidad de lo inquieto. Luego, en otro arrebato, pensé en tus manos. Luz, ojos y manos. 
Entonces, en realidad pensaba una vida contigo. Una vida juntos. Una luz ciega al principio del camino.

miércoles, 12 de enero de 2011

Dimensiones.


De atrás para adelante supondría una ilación con tufo de continuidad. Lo cierto es que allá atrás no había un adelante. El hacia se desvió, decidió no llegar o bien no quiso transformarse en un hasta aquí. Con todo y eso hubo que hincarse ante la ingrata realidad bidimensional que urgía a contemplar el tiempo espacio como una cicatriz única, dotada de la legitimidad suficiente como para contemplarnos frente a ella, sumisos y frágiles. Desbordados de humanidad, instaron al hoy a desparramarse en otras direcciones: arriba, abajo, a un lado, al otro. Nunca pensaron que la inmovilidad les devolvía la paz, que la inacción los fijaba a la tierra como un pegamento magnífico, como una estación, la de lo intacto. Desdeñaron pues la negación. Se arrojaron a un sí, que después no. Bautizaron su elección como libertad mientras, en las entrañas mismas de tal ficción crecía la inercia. Humanizaron su desgracia. Lloraron.
Fueron yo. 

lunes, 10 de enero de 2011

Olmo


El árbol tiene todo. No necesita al pájaro y su nido que emula una galaxia; puede perfectamente prescindir de la pendiente oruga que se ovilla para volverse una memoria de viento; no requiere el cosquilleo de la delgada trenza de hormigas negras que, cual zombies, vienen, van y trazan una línea punteada: ascenso y descenso.
Nada altera su pacífica cicatriz: la corteza. Nada interrumpe sus citas estacionales. Nada se interpone entre él y su ciclo.
Yo no soy árbol. Tú no eres raíz. Aquello no es cielo. Lo otro no es tierra. Acaso necesitemos al pájaro y su nido, a la oruga y su viento, a la hormiga y su ciego oficio. Acaso, además necesitemos al árbol para mirarnos uno al otro rotos, interrumpidos, frágiles, sedientos de su sombra y de su paz. Acaso el otro sólo sea una semilla. Acaso seas mi semilla, mi árbol.
Acaso sea nada, tengo todo, el árbol.

sábado, 8 de enero de 2011

Creo que esto es una canción.


Quieto en la ausencia, la ciudad está pasando y en ella en paz no ando. Vestido de nostalgia, sin un para qué, regreso a la idea de que alguna vez, mi mente te tuvo cuando tuvo un porqué. 
Pero no estás, eres sólo un destello de la voz que fue un bello diluvio de sed. No está mal que así sea, no está bien que no sea retrato y refugio en la piel. Es la orilla y la herida, es la vida sin vida, el murmullo que no quiero ser.
Hoy me pongo en tu nombre un vestigio de hombre, un secreto de pena en la pena secreta que no quiso ser. Y no sé, si el silencio me brinde un pronombre o me rinda en silencio al ayer.
Fue, una ola de piedras. Fue, un camino de hiedras. Fue la vida y fue su revés.