Todo
comienza sin comenzar, sin ser. No hay
camino. La longitud se arrodilla hasta volverse un punto o un nudo casi
imperceptible. Tampoco existe el sonido, el proceso se gesta en la voz
luminiscente de una descarga eléctrica que ignora ser, caudal y continente de
lo otro. Todo comienza siendo aire, porque eso es la idea: una verbena
invisible, una suerte de fiesta molecular –lo que teje esa red que para
sintetizar llamaremos universo y para detallar se resuelve en todo: la piedra y
el meteoro; la hoja y los neutrinos; el ave y la supernova; la piel y la
energía oscura.
Luego
desciende y se materializa: entra en la caja de los espejos, en esa zona muda
que da forma a la idea y ser al ser. Se materializa y no –por eso los espejos,
los reflejos, las sospechas, las posibilidades, los rostros, la intención de
crear o recrear. Ocurre y no. Es aproximación que recorre el signo y crea el
significado, ahí y no en otra parte emerge la palabra, el puente, la risa y lo
que comenzó sin comenzar, comienza a ser. Aún no se palpa, solo es disparo de
nube o bocanada; es el rayo y el trayecto que deslumbra sin quemar. Creas y te crean. No eres pero estás, no
estás pero sientes, no sientes: transpiras. Después viene el estrechamiento de
universos; no se tocan, se admiran. Uno frente a otro, como dos búhos gigantes.
Vienen y van –la mansedumbre oculta el filo de sus cuchillos. Están ahí. Dicen
más de lo que dicen. Seducen como el mar cuando se aleja. Se lamen la
intención, el deseo herido. Se quedan ahí hasta volverse dos piedras hermosas.
2 comentarios:
Ah,petiforro, también vienes en con cara de noviembre. Sincronía otra vez.
Abrazo fuerte.
Colecciono piedras.¿Te animas?
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