lunes, 30 de agosto de 2010

Este no es otro ensayo de la ceguera.

Puedo hacer un dibujo de tu rostro cada día. De frente. De perfil. El detalle de una nariz respingada. Lo feliz de la almendra, horizontalmente ovalada, cuando estás contemplativa. El movimiento de la boca. Lo que hacen tus cejas ante la menor sospecha del paso de un insecto nocivo por el techo.
Incluso puedo hacer un trazo casi perfecto de aquellas cosas que suceden mientras cerramos los ojos. Un lenguaje, -uno muy otro-, se desplaza de forma misteriosa, crea erizos de luz, puños de fotones. Crea planicies, picos, cascadas, selvas; con todo y fauna incluida.
Que no miremos, no significa que los paisajes que creamos, desaparezcan: dan pie a otros mundos. Los he visto en lo más profundo y quieto del beso. En la más nítida oscuridad de la piel.
Es una pena que tenga que ser yo, quien tenga tan claros los detalles que te pierdes de ti cuando me besas. Pero no podrás evitarlo.

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