lunes, 23 de agosto de 2010

Any time


Sabes, nuestra noche ya no es tal. Tiene la forma del día, cuando avanza sobre un muro amarillo: caracol que trepa en busca de infinito. Tiene la curva de una ventana: frontera calzada como una ceja al humo. Tiene una azotea y una mano. Nuestra noche se va saliendo de control. Se expande con la sed de la fibra óptica. Nos mira con ojo de satélite. Tiene la voz de una ciudad ruidosa que ya no camina –se abandonó en un extremo, pasó a ser un clóset inmenso, el que ya no abres.  Ahora bien, no debemos alarmarnos. Dejemos que siga así, persiguiéndonos durante horas. Permitámosle ser ese fantasma del que huyen todos, porque huyen de sí mismos. Dejémosle migajas en el suelo, que nuestro rastro sea preciso, que llegue una y otra vez a nuestra memoria para revivirnos en su incendio. 
Permitámosle que, una y otra vez, nos tome por sorpresa a cualquier hora del día.  

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