No sucumbiré ante el estertor de un animal multicolor. Me cago en la desgracia transformada en ícono y que se vende barato. Observo atentamente la vendimia de disfraces, la ilimitada capacidad humana por desaparecer y salvarse de sí mismos a través de la impostura. En el estrato inferior de la esencia humana radica la templanza frente al destino. En lo recóndito de dicha esencia, la paz de sabernos prescindibles, escribe la ley de la resignación frente a lo inevitable. Somos una especie que agota su dolor en dosis mercantiles, con injertos propagandísticos, una especie destinada a hacer de la vida otra prótesis.
La amable explosión esta
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La lenta, casi imperceptible marcha de todo continúa en sus revoluciones y
sus inescapables giros. No hay manera de saber cómo, pero es ineludible el
he...
Hace 2 años
1 comentario:
Nuestra paz es un lejano infierno que no merece explicación petiforro.
Y es difícil mencionar semejante paraiso.
Abrazo.
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