sábado, 27 de noviembre de 2010

Sobre los ahuates.

El límite es un asunto tan lineal, tan de frontera y muro y no sé qué tanto. Yo creo en la libertad, por eso los gatos, pero tú ni saltas, ni arañas, ni qué. Hay formas de exterminio que ni una bomba. Por ejemplo, la anatomía, vasija pródiga como ninguna. Una fuerza peculiar sostenida por partículas. Uno imagina y quizá. Decreta, reza, whatever. La realidad, si es que la hay, indica otro asunto, dice: estas o no estás. En ese juego cuya perversión consiste en segmentar el estar, sobreviene una tragedia científica. Me explico: presencia y ausencia. Una vez en el desierto un cacto me estuvo de sobremanera. Pinchó mis manos. Tenía sed. Quise detenerme a observa la tarde y lo hice. Todo era un todo ahí; un estar tan pleno de ahuate quisquilloso en la punta de mi índice. Porque de lo contrario, otro lugar, o nada y mi dedo salvo. Así las cosas presencié la presencia del ahuate ylodemás, estando y por tanto siendo. Y viste, la ausencia no. La ausencia no tiene cacto, desierto ni atardecer. La ausencia es mi idea de un cacto, un desierto y un atardecer que no sucederán. Y penosamente es lo que está sucediendo. 

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