jueves, 4 de noviembre de 2010

Potencial destructivo de un dedo


Se advierte en todas partes, la ausencia de un dedo podría derivar en un invierno nuclear. Al menos, yo lo constato en el ojo redondo del velocípedo. Dejó de parpadear, es un caucho desesperado cuya única mordida me ciega. Siento ya el frío; de siempre me gustó: nacer en invierno me dotó de una cualidad especial para resistir la frialdad.
Pero no tanto.
Distintos fríos aguardan convertirse en algo que no deben. Quieren adoptar el contorno de una banca; desean fijarse como un pegamento a un daguerrotipo; tienen la misión de desolar todo aquello donde el color y yo, nos saciamos de vida.
Así las cosas busco ese pequeño insecto. Debe estar en cualquier mano; ahora mismo quizá hace una señal para que otro detenga su vida y lo lleve; o está acariciándose una herida o simplemente, ese dedo está creando un invierno nuclear.
Mientras lo descubro, voy a arroparme. 

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