I
El mar pone a sudar la vida. Por eso bailan los niños y las mulatas se erigen como estatuas del sexo; los hombres buscan la arena, saltan al mar, miran el horizonte; reconocen en él un trazo de lo eterno. Este es el mar, un fulgor azul que fluye entre adentros.
II
El malecón lame el mar. Bajo los arcos un cardumen humano se rompe. Algo tiene la sal que nos vuelve estatuas. Aquí las aves son olas y el mar es alado. Un barullo lleva y trae una intención: es la noche en su descenso. Una necesidad de gota, de curvatura y gravedad exhala, invita a precipitarse en nada. Lo mimético es la buena nueva que trae la luna.
III
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