viernes, 2 de octubre de 2009

qué hacer sin televisor....

George Brandes, gran hallazgo. A decir verdad un ensayo preclaro y fresco sobre la obra de FN. Luego, aquel de José Antonio Marina y las consiguientes dudas respecto al fracaso o no de la inteligencia; más que epistemología, un abordaje lateral, un tanto ingenuo sobre la estupidez y las formas en que la inteligencia muta hasta llegar a ella, o bien, andar el sendero de los juicios correctos. Monti, uno debe leer a los amigos. En el título que precede a Terra Cógnita, nos avisa sobre su abundante bagaje cultural, con todo y millas, pantallas cinematográficas y demás. Bien escrito, ameno, como tantos otros ejercicios intimistas que por una extraña razón orillan al escritor a exhibirse ante el mundo bajo el pretexto de una obra literaria. Salud, mi Montes Urales. Paz, anhelaba reeler a Paz y Piedra de Sol se desplomó con todo su brillo en mis pupilas. Después, dos de sexto piso, uno de Caraco, decepcionante ¡cómo se atreven a llamarlo un autor provocador! Mi hijo de seis años es más perverso y maligno que este judio suicida. Ciertamente el primer libro que leí de él gozaba de un grado mayor de enfermedad, pero nunca comparable con Nietzsche y Cioran. Claro, recuperé Adiós a la Filosofía, del maestro rumano y me he entregado a su lectura con avidez, con esas ganas de reconciliarme con la pesada vena del realismo crítico, de la verdad sin tapujos. Otro de sexto piso, de un autor mexicano que no he leído y que ya olvidé su nombre. Lo abrí y llamó mi atención pero tendrá que esperar. Finalmente un bodrio editado por Almadía de un tal Francisco Hinojosa. Poesía no eres tú. El título prometía y texto ese de la parte posterior me sedujo, pero ah, uno no está para frustraciones y andale que cuando comencé a leerlo, habría preferido morir analfabeta. Una escritura que a fuerza de ser simple se tornó patética; una temática trivial que intentaba abordar lo cotidiano con desparpajo e informalidad; pasando a un segundo plano la palabra y la forma; recurriendo a un efectismo inverso en la ausencia de sorpresas literarias, de una precariedad tal y un agotamiento de recursos penoso. El autor y la editorial se merecen.
Y yo merezco recuperar mi Mac.

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