martes, 13 de octubre de 2009

Diógenes y la indiferencia...

De las alas que soñabas brotaron escamas. De un manotazo alejaste el zumbido interminable de una mosca metafísica que te seguía día y noche. Ni en los sueños fuiste libre ¿caíste tan profundo en ti que al despertar no supiste recobrar la verticalidad? Preferiste los velos a las espinas. Mirar nunca fue encontrar, fue proyectar imágenes discordantes; fragmentos de ti, vertidos sobre un rompecabezas inacabable. Lejos del dolor el alma se evapora; elevado de la tierra el hombre sin cuerpo es un máquina de valores ambulantes, una chimenea de deseos ornamentales, un eco de lo que pudo ser ¿será que así debe ser? El hombre: animal inacabado, tendón forzado a romperse al tocar sus extremos. Pero ¿existe un mundo intermedio entre cielo y la tierra? La indiferencia. Un loco decía que Diógenes no buscaba hombres con su linterna, buscaba indiferentes. La indiferencia es la ética suprema, residencia natural de aquel que sabe, no hay fuerza capaz de evitar la extinción.

1 comentario:

Adrián Naranjo dijo...

La indiferencia es aquella venganza que a fuerza de enfriarse adquirió Alzheimer.
Abrazo petiforro.