miércoles, 21 de octubre de 2009

La política y lo político

La política es un asunto de demonios, lo político de ángeles. El demonio ordena conquistar el mundo, los ángeles apelan por su salvación. Los demonios dominan la tierra, los ángeles el cielo. Pragmatismo versus ideales. Hace tiempo lo político era esperanzador. No una utopía, un conjunto de ideales en busca de encarnarse, de volverse acción. La derrota de lo político a manos de la política significa la derrota de todo humanismo frente al humano en cuanto tal. Cada sistema político ha sido en mayor o menor medida una fábrica de supresión controlada; refinerías del odio; frías plataformas para determinar el destino del hombre desde la simulación. De esta forma la vida pública no es otra cosa que una cortina de humo. Al respirar esa bruma lo torcido se normaliza, lo perverso se hace irreversible y se impone el vaciamento de la verdad. La política con su fuerza bruta avasalla. Lo político se queda en un orden estético y es admirado por su simetría, por la perfección de sus trazos, por el equilibrio de sus formas pero jamás por su realización. El hecho de que las mayorías corran tras la política y desprecien lo político es un signo que desnuda, no a la política misma, sino a la humanidad. En el medio de la batalla, el gran ninguno se desparrama a lo largo y ancho de un limbo autoimpuesto. La imagen del cansancio ciudadano es la imagen de Narciso. Una cómoda excusa para mirarse a sí mismos como descarnados, vagamente abandonados por sus irresponsables padres, ilusos mártires de nada, tontos detractores de su propio destino. El mundo se ha transformado en un agujero eterno. Una morada irreconciliable. Un espacio de nadie donde cada uno muerde su sombra y sucumbe.

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