jueves, 29 de octubre de 2009

La derrota del Yo

Siento una pena infinita por el hombre que ha llegado al proceso crematorio del fui. Sentado en el tiempo, deshuesa la memoria buscando rellenar el vacío que la vida le ha cobrado lenta pero implacablemente. Su sonrisa se desdibuja cuando la piedra de los años se desmorona en la rabia del pudo ser. La nostalgia –cumbre agónica de la existencia –lo lleva de paseo por un infierno donde la fuerza vital se quema lentamente. Instalado en el espíritu, el parásito del recuerdo corroe su realidad y lo orilla contra el abismo de su miseria actual. El dolor es una enzima reproduciéndose, un eco que aturde, una espina ontológica. Rendirse ante una deidad es una tentación por sobornar la conciencia: no queda nada, el residuo que eres te desmiente, la decadencia se ha apropiado de tu realidad celular. Todas las soledades se conjugan para aniquilar tu sombra. El “yo” más que expuesto, queda depuesto. Ha sido mordido por la inutilidad, ha sido desmontado el circo de la simulación donde creía reinar y te encuentras de frente en un festín de cadáveres.

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