viernes, 16 de octubre de 2009

esa cosa llamada Logos

Por el logos descubrimos que el ser es un enjambre de significados y que cada idea se abre paso como una legión salvaje que arrasa todo. El logos disuelve el antifaz con que ocultamos la inútil pasión de perseguir la verdad. Hay que ser cazadores de sombras; viajeros que sepultan las viejas cartografías, las oxidadas geografías para andar a tientas en la ruta perdida del yo existo. Entendamos que la existencia es una capa glaciar que se extiende sobre la vida y que la vida hay que vivirla traicionándola. El logos impele una reacción ulterior sobre lo que consideramos dado. Es el menaje renovado del altar destruido –en realidad deconstruido. ¿Cuántas estaciones, idénticas a sí mismas, pasan, sin obviar que sus nombres son otros, haciendo de la mirada un injerto confuso de repeticiones y camuflajes? Ser humano es sortear el ciclo y ruptura de la realidad y el concepto, en la urgencia de soterrar lo falso y elevar de la grieta lo cierto. Estamos llamado al cisma, el imperativo es emprender el éxodo, atacar la terminal nerviosa del πιστήμη: renombrar. El logos destempla la ilusión para servirse un nuevo vino, más generoso y dulce, cuya embriaguez nos salve de la caída.

1 comentario:

Adrián Naranjo dijo...

Pibe, tu filosofía me embriaga, ahí me tenés buscando referencias griegas.
Bárbaro.