domingo, 27 de junio de 2010

Ve tú a saber.




A tus ojos no los habita el muerto que transpira en los míos. No estás como yo, a la mitad de un respiro que en realidad es un ahogo. No hay un sol anestesiando tu palidez de años ocultando el corazón. Tampoco sientes la mirada fría de una calle, mientras caminas cabizbajo contando los pasos, que descuentan los segundos de otro tiempo.
¿Acaso contemplas el efecto de eternidad que sucede al cerrar los ojos intentado imaginarte por encima y por debajo de tu piel, y no sólo desde ella? ¿Sabes que te convertiste en un dónde, en un por qué, en un para qué? Quizás.
A ti no te enseñaron a morderte las uñas detrás del placard. Ni caminaste de rodillas hasta mirar tus huesos hacerse uno con el piso –en esa clase de procesión maldita, vagamente llamada: sueños.
Para ser sinceros, ni a mí.
Quizá naciste mañana y moriste ayer, o en este minuto estás saliendo de una placenta. Quizá solamente no sepas decir “el mundo existe, pero no eres tú”.  O todo lo contrario; o ya lo dijiste y no lo escuché; o no estuve ahí, pasaba, dormía, qué sé yo.
Igual y  tampoco he nacido.
Ve tú a saber. 

2 comentarios:

Unknown dijo...

a veces pienso
yo no nací
a mí me inventaron
por eso me escribo a mí misma
por eso cuando me escribo nada escucho ni comprendo

hasta que escribo: mar, cielo, sol, azul, neblina, nubes
y con eso basta.

Aquí su pendejo dijo...

Así respiran los espejos: en la letra.