viernes, 19 de febrero de 2010

El sol regresó. Mi habitación tendrá siempre el color de un toro. Me levanto para engullir una píldora, tal y como el mundo engulle cadáveres. Lógica de paz, o al menos de tregua. Me asomo tras la ventana e imprimo la nada. Ahora es azul, ayer fue gris. Pienso en el café matutino y dejo de pensar en el río nocturno de palabras que me lleva a tierra de nadie.
Si la palabra no me lleva a ti, no es palabra, es escombro, un montón de ruinas apiladas en un baldío. Si la palabra se queda en la boca, la mascullo hasta hacerla mierda. Digestión verbal.
Siempre he querido un Hades a mi medida. Un Caronte empuñando una botella de güisqui 18 años. Una barca que funja como hielera. Cruzar hacia el otro lado pensando que la bruma es espuma de una fiesta nudista.
La muerte no tiene inocencia, pero tampoco es maldita.