viernes, 9 de septiembre de 2011

Puerta.


La puerta no sabe si abre o cierra. Está a merced de una bisagra, idéntica por donde la veas. Algunos pensamos que, de manera momentánea, le da forma a una intención. Otros han dicho que su labor fundamental es sostener un edificio, llámele casa, oficina, comercio: eso no cambia nada.
La puerta carece de atmósfera: quita el peso, es vaivén, antesala a la caída o al despegue. La perilla, que también es su ojo, imita una circunvalación que no logra cerrar del todo la elipsis ¿tránsito, desplazamiento, condición de umbral? De nada sirve saberlo si de antemano no sabes si llegas o te vas.
Cuando el corazón se vuelve una puerta, el resto de sentidos se bloquea; el cuerpo es una fortaleza hermética y se requiere el golpe de un tren para penetrar más allá de lo evidente, al punto exacto donde la vida está encerrada. Quizá no por mucho. Quizá solo falte que el tiempo y su llave maestra destraben el cerrojo. Quizá, ni siquiera valga la pena saberlo.
Toda vez que uno mismo es puerta, cruzan por tu existencia los más extraños vestigios de la muerte. Y tú no sabes si llegan o se van.

2 comentarios:

Carlos Zarzalejo dijo...

Excelentes textos Frank, saludos.

Liliane dijo...

Definitivamente este blog debería cambiarse en libro.

Textos estupendos!!!



Saludos