Debería
responder con esa parte de la piel que se ha vuelto una escama suelta del
tiempo. Un largo respiro, los giros electrizados, el mundo agitado en la
superficie angosta de un volcán doméstico que nos pone a vibrar. Quizá tendría
que emplear las garras y no las palabras para devolverte a un silencio de
breves quejidos orgánicos.
El
tacto es mi antifaz y te lo dejo puesto.
La mano es horma. -Los relieves
se ciñen a un mapa de aromas-.
Vienes, voy.
No hay peligro de caer, al menos en
eso consiste haber caído.
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