Ayer tu cuerpo, mañana también. La noche, un tejido tan suave como tus manos, aleja el frío. Lo que nos damos, trasciende el intercambio de lunas, soles, aves y terrazas. Es una feliz indefinición, de esas que se cuelgan de la risa, que sucumben en la lucha cuerpo a cuerpo y que, por puro placer, desplazan montañas y se tienden en la nada para mirar las cosas ser.
Y mira, no estoy aquí para sacar una bandera. Para decir que nosotros sí o que el mundo no. No sé. Simplemente vine a derramarte en este mar donde tanto me gusta zambullirme. Debes saber que en estas aguas, un rastro de sal me conduce a tu profundidad. Que parte del día no hago otra cosa que una expedición encubierta a tu recuerdo. Una forma de transitar el tiempo desde los sentidos a tu ausencia y de esta a tu presencia.
Entonces, vuelvo a zambullirme, pues ¿Quién soy yo para interponerme entre tú y yo?
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