jueves, 13 de agosto de 2009

Lobby (sensación afuera de una oficina)

Uno se convierte en el tiempo de nadie. Aprendes la tragedia de ser mortal y no un Dios. Finalmente entiendes el por qué fracasó el antropocentrismo –toda vez que lo trasladas a tus pobres intereses. Comienzas a sentir el complejo de Estocolmo sin que tu amor por tu raptor sea un acto subconsciente, sino demasiado conciente de la importancia que tiene para que sigas siendo un consumista feliz y productivo. Te llega de golpe una nostalgia infantil de cuando te columpiabas como un moco en el parque de tu niñez. Deseas erradicar de tu vocabulario el concepto dignidad humana, amor propio y otros con que te enjuagabas la boca cada que creías tener el control de tu agenda. Renuncias de tajo a la internacional socialista y a todos los ismos en los que nadabas, cuando tenías la gracia de ser un fan que disfraza sus defectos tras la rareza de parecer interesante. Apelas al optimismo, a frases lacónicas que te sitúan entre el conformismo y la fe de que “pronto se resolverá tu asunto”. Te conviertes en un ciudadano promedio, es decir, en alguien que no existe mas y sin embargo, sonríes. Encuentras entretenido contar los días que pasan sin que se defina nada pensando en que es mejor eso a no tener nada que contar. Volteas a ver el teléfono hasta que sientes que el aparatejo siente lástima por ti.  Acumulas nudos de tensión en la espalda, mismos que vendes como la última tendencia en modificaciones corporales. Encuentras consoladora la resignación, abres los ojos y los mantienes así hasta que el cuerpo aguante. 

No así tu billetera.

1 comentario:

Adrián Naranjo dijo...

I'm laughing. And is not even funny!.
Que bueno petiforro, que patadas blandas las dá esta cosa que nos resignamos a llamar...