miércoles, 8 de junio de 2011

Mal de ojo.

No sé de dónde vino. Alzo la vista y pienso que el mundo no es un lugar del cual provino, es una extensión malsana y ambigua de la sed. Debe haber un punto desde el cual, mirar sea dejar que los ojos vuelvan cargados de lluvia o bien, desde el cual pueda averiguar de dónde vino. 
Me enferma no saber. Me enferma saber. Me enferma enfermar y sanar y volver a enfermar de nada. Vivo.
Alzo los ojos porque no quiera encontrar, quiero accidentarlos; que la raíz del párpado toque piedras; que la retina aplace su círculo; que la pupila respire. 
Que los ojos choquen, que se precipiten sobre eso, sobre ese algo, sobre la pelusa ingravida que el viento respira. Que sepan que nada vino por donde vino, ni siquiera la duda, ni siquiera ellos.

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