sábado, 4 de junio de 2011

Alleluia, sanctus, gloria.

Un lugar sin lugar. Arvo Pärt y las piezas disueltas de un algo. 
El exilio es un modo de viajar a lo inseguro, en un éxodo que no culmina después de llegar. 

Traslación. 
Columpio. 

Algunas palabras acuden a pensarme pero no son péndulos. 

Lo que quiero es hamacarme, 
retorcerme como una sábana que dos monstruos jalan y tuercen
hasta volverla un vórtice blanco.

Traje conmigo el tiempo suficiente para no mirar atrás. 
Voy a la valija y lo desdoblo. 
Se vuelve aire.
Gira.

Sentado en una silla está un León de costuras: soy yo.

Me veo
   me atravieso 
      me siento.

Soy un "eso de ahí".
Arvo Pärt me llama.
También me nombra.
El despojo tiene el nombre de aquello en lo que solemos girar.

Mírame, espiral, 
ya me elevo,
tu cola de ciempiés 
quedó atorada en la punta de un silencio.

Alleluia, sanctus, gloria.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hoy no soy ella.
Hoy soy la otra que viene a dolerse con tu nombre.
Hoy soy el ave negra que se posa sobre tu cabeza y se aferra con sus uñas.
Hoy soy todo el reconcomio que implica el soñarte.
Hoy mi cuerpo se desmorona como el azúcar que sabe a pecado.
Hoy soy llamas en el invierno.
Hoy soy la mujer que habita en el desván de tu memoria.
Hoy soy laberinto de cristal astillado.
Muéstrame la diferencia entre el cielo y el infierno.
Muéstrame el olvido en su dulce decadencia.
Para no ser.
Para no encontrar.
Para no pensar más en ti.