miércoles, 1 de junio de 2011

Fulana y la boca del lobo


Recuerdo que más de alguna vez nos quedábamos contemplando nuestras bocas con indignación. Fulana mordía su labio inferior. Yo levantaba el superior intentando hacer una mueca que sintetizara mi enojo con el mundo. Sentíamos que la boca ya no era una fuente de esperanza, sino un tobogán diseñado para repetir sentencias, un breve abismo reproductor de palabras, un animal rumiante de comida y frases ordinarias. 
Nuestras bocas se estaban volviendo un muñón en la cara, pero luego de la tempestad llegaba el beso y el susurro; a veces, un gemido bastaba para que los labios volvieran a ser una boca humana y desterrara por momentos, la boca del lobo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nuestros labios se convirtieron en una fuente de sequía. La espera colgó sus esperanzas en un orificio sin final. Sin embargo, ella soñaba con el desierto de su boca. La veía pronunciar cada palabra escrita por sus manos. Sus manos y su boca formaban un triángulo que flotaba como una hermosa isla en el Pacífico.

Pensar en él, era suficiente para humedecer sus labios y regresarlos a la vida. En sueños lo recorría ligeramente y se detenía al llegar a esa fuente de placer. Codiciar sus labios, su boca, su lengua, se convirtió en vicio. Dentro de toda su timidez, había aprendido a desear esa boca con desmesurada usura.

Necesitaba la fuerza suficiente, para robarle sus palabras frente a frente. Y una vez consumado el delito, quemarlas en sus labios, para saciar esa sed desmedida.