jueves, 23 de julio de 2009

deambular...


Deambular por los tobillos del mundo. Por el piso cuadriculado de la tierra; entre una multitud inconsecuente y vulgar. Recurrir al cobijo del anonimato para minimizar el daño del accidente: desaparecer, invisibilizar. Permanecer en estado latente, con el odio indómito y la pereza a cuestas. Teñir de blanco la mortaja multicolor que se desplaza caóticamente, en pequeños cardúmenes de mentiras. Deambular con nausea en cada pasillo atiborrado de muertos. Pintarle una sonrisa al paredón donde fusilaré lo humano en su desfile de fracasos. Atizar el agua, el hielo hipnótico que se derrite bajo la costumbre de un fósforo. Alimentar el árbol de la sombra siniestra, con raíces de hueso y sal. Purificar el aire que exhala el rencor de un cigarrillo apagado en la lengua. Domesticar la palabra terror, la palabra misterio, la fatídica perversión del verbo ser. Deambular en el grito, mientras la voz gravita y el aullido desciende. Desconocer las insignias, escupir los símbolos, naufragar en una tabla libre de códigos hacia una playa sin tiempo. Deambular en la penumbra, donde el tacto descubra la voluntad y no la intención. Con cada olvido la costilla de un mito se torna una migaja. Tras el desprecio la carroña es bendita. En la franja más nítida se oculta la grieta. El abismo es una cortesía topográfica. Cualquier hendidura vale más que mil Everest cuando de lo que se trata es de caer. Deambular por las heridas de dios y resquebrajarse como un vidrio, siempre atónito, siempre inmutable, torpemente humano. 

1 comentario:

Adrián Naranjo dijo...

Petiforro, este es un magnifico ejemplo de lo que veo, será tu nuevo blog.
Siempre serán bienvenidas tus volcánicas letras para templar mis dulzuras chocantes.
Saludos!