lunes, 22 de agosto de 2011

De otra geometría.

Cada línea en su invocación. El trazo y su resultante geométrico. La sucesión de puntos que sin intención alguna aglutinan la forma. La horma abrazando su abismo. La nada contenida con fragilidad. La palabra nombrando -celda inconsecuente. La palabra que imita sin quebrar: adusta mediocridad entre sujetos. La palabra como orificio y la forma como el blanco. La palabra siendo nada. La nada hormada, dicha. 
Y entre tanta insolación, la desolación de existir al margen: línea sobre línea, línea en la línea, línea que en realidad es continuidad del espacio vacío.
Y el vacío, esa suerte que aún no agradecemos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dejé de estudiar el tiempo, para dedicarme a los abismos. Pese a la opinión ajena me ha dado buenos resultados. La hora y el pasado quedaron colgados en la pared, como una ventana imaginaria. La distancia entre dos líneas imaginaria es lo que conforma el abismo. En su profundidad, el vacío. Luces y sombras. El todo y la nada. Todo carente de perfección, de geometría. Ajeno a la física. Más allá de la perspectiva. El abismo y su belleza. La belleza y sus abismos.