miércoles, 2 de julio de 2014

Observo manos que dejan de ser mano y se petrifican.
Detecto miradas
cuya pupila entraña
la violencia de una ventana estrellada.
Veo cuerpos
erigir fronteras donde hubo horizontes.
Siento la sed, —su piel carbonizada—.
Huelo la alquimia del tiempo.
Escucho el sollozo
casi imperceptible
del devenir.
El mundo es un lugar
y en cada lugar
el mundo se torna
una orilla.
De allí vienen muchos
y hacia allá van otros.
En el medio
están los valles
los bosques
y la penumbra donde aun brilla el deseo.

—Ese mar inagotable donde bulle la vida—.

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