jueves, 21 de julio de 2011

Palabras para la innombrable.

Olvida las palabras talladas en el muro: mentía. Sus inscripciones insinuaban que el paso de los años sería lento y ya ves, te han arrollado. Borra de tu mente la serie de latigazos trazados de un modo tan perfecto que no dejaba lugar a dudas de estar frente a un artificio: la perfección avisa lo irreal. Piensa en el odio que dibujas sobre la cresta mansa y transparente del aire. Piensa en las esquinas que tu silencio alarga hasta volverlas diminutas. Siente cómo el paso del veneno por tus venas mata lo que nunca vivió. Acude al espejo y llora por lo que le regalas: la deformidad acallada de tu monstruo.
Estás maldita. Estás muerta. Estás más allá del hedor que dulcemente desprende el cadáver cuando se sabe el banquete de las moscas. Eres y serás lo despreciable. 
La enfermedad, el cáncer, tu propia disolución. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El amor no se acaba. El amor se envenena. Más con palabras que con actos. Las palabras son premeditadas. Los actos generalmente no son un ensayo. Son productos del impulso. La palabra no siempre genera el efecto deseado. En este caso no se siente rabia, ni resentimiento, pues nada ha pasado. Sin embargo todo cambia. El mundo oculto se ha superado en su giro de 360 grados. Ha salido de su órbita. En este caso se asemeja al hecho de colocarle una lápida a tus letras. No por ofensivas sino por vulnerables. Te atrapó el mundo con la suciedad de la sociedad. Y te dejaste corromper. Es lastimoso, cuando pocos son los sobrevivientes. Muerto debe llamarse al que se pudre en el rencor. Si no puedes perdonar intenta olvidar. Abrazo.

Aquí su pendejo dijo...

Palabras del apóstol nadie a los Macabeos. Hilarante, así defino a quien intenta meterse a una herida que desconoce.