viernes, 22 de julio de 2011

Manifiesto


Quiero referirme a los ojos de la estaca cuando se clavan en tu pecho. Al trago inacabado que sorbe el cerdo mientras un hilo de sangre le resbala de la boca. Al volumen inaudible de los pasos que no huyen, mientras trasladan sus delitos de una boca a otra. Quiero señalar, y en esto ser muy preciso, que los callejones nacieron para vencer nuestra ilusión de un camino infinito. Que al final de la pared solo hubo un tal vez. Que al mirar atrás en realidad mirabas adelante y si lo dudas, a eso se refieren las retrospectivas –maniáticas proyecciones del futuro. Que estar quieto era una forma de manifestar que el mundo debía llevarte a ninguna parte, puesto que ninguna parte es la definición más exacta del universo. Quería firmar con saliva estos supuestos y no tenía un cuello que morder. De ahí los signos, de ahí también los designios. Esta danza gráfica de sospechas que con un poco de suerte podrás entender. 

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