
miércoles, 16 de diciembre de 2009

martes, 15 de diciembre de 2009
diacronía
Antes de la piel, el pigmento de lo eterno. Pellizcos en la mirada. Contusiones de solaz guacamaya urbana. El amanecer es un timbre postal, tarjeta sin destinatario que viaja sin llegar. En la horma del cisne, lo blanco es inquietud. Bate alas, bate balas; un minuto de silencio, un callejón con rostro de paredón, el destino tejiendo un manto de sepulcros: diacronía.
lunes, 14 de diciembre de 2009
la hora violenta
Esta hora es la extensión de la violencia. Instante mismo que impregna de humanidad al mundo. Espacio concentrador de la ruindad pasiva con que cerramos la puerta y nos echamos a dormir. Estar alerta tampoco sirve, la conciencia terminará matándote, pero ¿no es preferible la cicuta al cáncer? En el lento delirio de la permanencia, la duración se torna un lastre superado. Bendito aquel que vive por inercia. Del respiro a la tumba sólo hay un segundo donde cesa la lucidez y morir es un acto desinteresado. La amnesia, ese ensayo de gran fecundidad, nos guía hacia una puerta de insomne dulzura. Ahí rasgas, ahí rascas el tiempo, ahí arañas paredes de nada. Esa sensación instruye a la vida a corregirse a sí misma: no más engaños, te has ido de ti para siempre.
sábado, 12 de diciembre de 2009
breve en tres zarpazos
I
Mi paz proviene de saber que detrás de lo humano nunca hubo ni habrá magia ni secretos. Mi mayor lucidez es saber que en tal planicie todo se resbala. El abismo y la trascendencia pertenecen a un mismo protocolo. Ante tanta transparencia es fácil apreciar en toda su magnitud los rituales de decadencia y saber que mi fe en la vida se convirtió en secreta demencia, magia conjurada y que mi distancia con el hombre de ayer, de hoy y el de siempre está zanjada de raíz.
II
Y ahí vamos en el agua triste del delirio, despojando el sedimento, mordiendo la raíz del vómito. No es casual que un día despertemos bajo preguntas y el frío nos envuelva y devuelva al ovillo.
III
No hay razón suficiente para calmar el apetito humano; una compulsión innata le guía hacia la inacción desde la acción.
viernes, 11 de diciembre de 2009
texto redundante y qué les importa....
La distancia es la distorsión del tiempo-espacio. No importa la velocidad a que se viaje cuando cada ser humano es una medida de tiempo. La realidad es un anhelo y un vestigio. Anhelo por encontrar un consuelo mutuo en la inevitable línea que nos ata al instante. Vestigio también de dicha imposibilidad. El tiempo social es medido por el desfase. El tiempo laboral es la muerte del tiempo. La intimidad es el zumo tiempo. El tiempo social es estético. El laboral ético y el íntimo trascendente. El tiempo social y el laboral son utilitarios. El tiempo íntimo tiene una dimensión ético-moral. Bastan unos pocos kilómetros para que la realidad se convierta en mentira. A veces, unos pocos metros. La constante es la misma: diacronía. Los abismos no son riqueza, son dolor. El tiempo-espacio entre dos hombres conjuga sus dolores. Esa es la esencia de la alteridad: interactuar desde las heridas. Las heridas son las huellas que conforman el historicismo; la historia es su negación, de ahí la obstinación por la universalidad, por los grandes rasgos anecdóticos, y por la veneración de la monumentalidad de ciertos eventos ¿cómo se rompe el hechizo? El destino de la masa ha de ser el anonimato; la intimidad ignorada alberga su propio monstruo y construye su altar al pie del otro ¡queremos existir! Pero la existencia es un trance solitario. De esa paradoja –parajoda– viene todo: la continuidad, la resignación. El presente jamás será un tiempo histórico, a lo mucho es lo que pasa. El pasado crea la ilusión del heroísmo. Amar la historia es un romanticismo. Nadie puede amar lo que no es. La historia es el odio presente, el lodo que percude cada uno de nuestros instantes: eso es lo que hay. La glorificación es un ejercicio engañoso, una trampa inmoral en la que irracionalmente le rendimos un culto a lo que nos mata. A diferencia de Dios, no se puede amar la historia. Los decepcionados están curados. Los ilusos perdidos. La esperanza es una enfermedad que viene del futuro. La desesperanza es la religión del pasado. El presente es la tensión entre ambos males.
jueves, 10 de diciembre de 2009
contra la idea de reencarnación
La reencarnación suena a carnicería. Por sí mismo el ser humano es un bicho asqueroso, un pervertido envuelto en el celofán de la civilización. La filosofía de la reencarnación es una mala metáfora del infierno. Tu castigo será volver en el cuerpo de un burro; estoy seguro que para algunos esa será su mayor gloria. No hay peor resignación que la de un “más allá” en cualquiera de sus modalidades; un remilgo de expiación que pretenda recomponer lo que la vida no dio. Quizá por eso a algunos les funciona el aislamiento y la renuncia. Asumen con ello la verdad detrás del espejo: en el reflejo el deseo actúa como desolación, todo es tan cierto que es preferible ahogarse en la propia sombra, ser la memoria de lo que pudo ser, el congelamiento radical de la naturaleza. La negación del monje afirma el mundo por oposición y niega el monje en su desolación. Gran mentira predicar sin vivir y peor aún predicar en contra de la vida.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
sabiduría de botiquín
Deja que la piedra duerma en su dureza. Permite a la astilla entrar sin dolor. Urge a la flama a abrasarlo todo. Observa al sol en su travesía suicida. Mantente detrás del muro que cae oscuro y sigiloso. Prueba la muerte mientras vivas, te hará eterno mientras dures. Despeja el alma, es la tierra del cuerpo. Sé como el sepulcro: mira directo al cielo. Imita la tenacidad del átomo. No dudes, tampoco afirmes. La contemplación es la paradoja de la interiorización: mientras más afuera mires, más adentro llegarás de ti mismo. Toma en tus manos la promesa de un vacío: llenarás más vidas en la medida en que lo falso se vacía. Nos busques el brillo, quedarás cegado. Sé como las estrellas, la distancia las dota de intermitencia, pero ellas arden sin pausa y para sí mismas.