No importa como suene. Estaba oscuro, la moneda calló. El eco dijo "búscalos por ahí" pero nunca señaló por dónde. No tenía dedos, ni serpientes ni mucho menos flechas. Las uñas se le habían quedado en una pared. La pared había caído un día antes del juicio final. Nadie pues la vio caer, ni irse, ni untarse la pomada que se suponía había de curarla de su oscuridad.
"Sólo tú sabes borrar las huellas que nunca dejaste", pensé mientras fumaba de la pipa en guerra. En tu camino habrás de hallar una taza para doblarte, hacerte rollito y secarte como un tampax en plena sangría.
Joder, no lo sé.
Corte! Corte!