Me pondré triste cuando terminé ese libro de Cohen. O si olvido dejar a Bach oculto en mi badajo. Antes que eso suceda, quizá me quede contemplando de reojo a mi cadáver, y diga algo así como “ya no es mío, te lo presto”.
También puede ser que componga mi forma de caminar, pero mis pensamientos seguirán cojeando. El chiste es no encallar en esa lonja de arena que se forma en torno al alma. Tampoco salvarme. A lo mucho aspiro a no sentir.
Claro, siempre y cuando siga vivo.
Pd. Gracias a los más de cien tuiteros que se solidarizaron con la hackeada de mi cuenta. Abrazo a todos y todas.
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