Este segundo es la capital del tiempo. Capital inútil. Agujero lento. Mientras sucede puedes inflar medio globo si es que la neumonía y el enfisema pulmonar te lo permiten. Basta un segundo para dibujar en tu mente un arpón y otro para ver el objetivo. Con el segundo acuestas no tendrás que pensar en el primero, ni el principio.
Es éste y es hueco: brevísima cofradía que se desintegra.
Es éste y es hueco: brevísima cofradía que se desintegra.
Un segundo se va del rostro en forma de nada. Hay que fragmentarlo en nanosegundos para decantar y degustar su malevolo néctar de migración callada hacia el no where. Se asegunda como se anuda el calamar. Se metamorfea en otro y sigue él. Se paraliza a mitad de una neurona que quizá morirá mañana tras el primer trago de güisqui. Podrá amotinarse siempre y cuando lo ates al aroma de una mujer abierta ante ti.
Se pulverizará si lo contemplas como a un pez en su diminuta pecera transparente.
No será tiempo, será un modo lento de hundirte en ti mismo. Y quizá, si te lo permites, este segundo te servirá para decir: y a mí qué me importa.
No será tiempo, será un modo lento de hundirte en ti mismo. Y quizá, si te lo permites, este segundo te servirá para decir: y a mí qué me importa.
2 comentarios:
Nuestra acumulación de segundos nace de nuestra imposibilidad de aprehender a los "primeros" esos instantes que están sucediendo y que se suman unos a otros para formar nuestro tiempo sólo podemos tomarlos cuando ya han pasado, cuando la memoria los ha procesado y se quedan, un tanto agrietados, para hacernos nuestros recuerdos.
¿Por qué llamaremos "segundos" a la medida de los instantes?
Nunca había reparado en ello. Gracias por la reflexión. Abrazo.
Publicar un comentario