Siempre lo busqué en el suelo, lejos de la teología que deshonra su calidad de nada. Lo he visto detenerse frente a un aparador y fingir desinterés ante las ofertas de fin de temporada.
Cierro los ojos y ahí está: es esa mancha oscura que engulle mi claridad. Duermo para olvidarlo y adquiere el rostro de un matón que me persigue con siete dagas. Despierto y está ahí: colgado del perchero como un trapo viejo. Me llama al celular a deshoras. Me manda correos electrónicos spam. Jode como pocos.
Por eso lo busco en el suelo, donde hace siglos Nietszche lo puso. Junto a la basura. Entre los desperdicios. Pisoteado por la evidencia de que ya no está, de que nunca estuvo, de que su presencia es apenas un giro más de una tuerca que no aprieta, que gira por nada.
Aunque para ser francos, es mi tirano favorito. Lo necesito para odiar algo que no pueda matar, algo que no tenga vida. Algo así como a mí mismo.
7 comentarios:
sinceramente, me encantò. Buen dìa.
Gracias.
Gracias.
si has de tener un enemigo, que esté a la altura, me dijeron.
por eso yo me temo
(y me caricaturizo).
Exacto: a la altura de mi propia extinción. Saludos. No tema.
si me conocieras como (no) me conozco, temerías también.
Jajaja...!
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