La contemplación: lo menos metódico, lo menos científico. Un resorte tieso que jode tu espalda. El ruido, como cicatriz de una postal decadente; el infeliz purgatorio de la idea.
La realidad en su costumbre hormiga: yendo y viniendo sin ton ni son. Pretendiendo la escenificación de los muchos, en la coincidencia del ninguno. Los ojos como paredones donde rebota la jabonosa pelota de nadie. En el culo de la inercia baten sus alas las moscas de dios. Tiempo al tiempo para que lo que pase no seas tú, ni el otro.
El camino explica la caída. La caída explica al caminante. El caminante explica el desierto. El desierto es absoluto. Lo absoluto me recuerda la miseria de ser instante y memoria: otra costumbre de la monotonía que expira en su desesperación.
Existir, sí cómo no.
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