El ciclo del café levanta una curva. Un sorbo negro y dulce se expande sobre el león marino de la lengua. La imagen del calabozo se desmaterializa en soles que son diminutas poluciones de luz. Los magos negros resistimos bajo la lupa quemada de unas gafas. De pronto cerramos los ojos como embalses a punto de desbordarse. Requerimos la ceguera, su venda presionando nuestros párpados. No queremos tener morusas de pájaros incendiados sobre la palma de la mano. Deseamos con furia la piedra sombría que yace bajo tierra. Una chimenea de palabras humeantes. Queremos beber café en sábado y que nadie nos joda.
La amable explosión esta
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La lenta, casi imperceptible marcha de todo continúa en sus revoluciones y
sus inescapables giros. No hay manera de saber cómo, pero es ineludible el
he...
Hace 3 años