Infinidad de veces supe de mis manos sólo al momento de tenderlas a alguien más. Las vi ahí, alejándose como un remo, ansiosas como ramas que al agitarse se libran de mil insectos. Supe de ellas por accidente, y también cuando me volvían una célula que bufa. Les vi talento para hacer un film con tu locura; para quedarse pegadas al cuerpo idiota que las obligó a aplaudir, escribir, saludar y erguir una taza como si el mundo fuese un balero jugado con mal de Parkingson. Estas manos y muchas otras que hacían nudos de dedos. Redes de falanges. Que contabilizaban en diez la destreza de quedarse unidas se fueron inmovilizando hasta ser cicatrices gemelas. Instrumentos para fumar y mentar la madre. Obra perfecta para decir, métete el dedo.
La amable explosión esta
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La lenta, casi imperceptible marcha de todo continúa en sus revoluciones y
sus inescapables giros. No hay manera de saber cómo, pero es ineludible el
he...
Hace 3 años