Contemplo el flujo inane de cosas con nombre. Cosas nombradas que huyen del sentido. Cosas que son formas y deforman mi mirada. Contemplo un río de piedras. Es un río sin alma ni propósito. Río en sí, desecado. Río como hueso que mira al sol. Me detengo y todo sigue. Todo debe seguir. Un hombre no basta para que las cortinas caigan y la penumbra erice la piel. Un hombre solo es sólo uno menos. Un hombre que toca con espadas. Un hombre que se sabe cosa, río, palabra.
Detenido sigo. La codicia me invade. Soy un pecador de ojos hundidos que se traslada de una zona de miseria a una de olvido. No me sonroja presentarme ante la vida como una grieta. La vida no se inmuta con mi color.
La grieta persiste.
Eres yo este mediodía. Soy tú mañana. Es la nada, esa totalidad absorbente que nos licúa y destroza; que nos hace ricos en soledad, que nos vuelve máquinas educadas, que nos incita a despertar mirando la cama vacía. Es el tiempo y su remo. Es este viernes que contemplo todo como un anticipo de la ruina.