martes, 27 de julio de 2010

Insalvable.

Lo insalvable de nuestra orilla 
era su longitud. 
Podías pasear encima de ella 
sin caer 
sin ahogarte.
Poner los pies bajo el alma.
Elevar una montaña.
Urdir la nube.
Tramar el presagio.

En esa orilla 
el horizonte se empeñó en prolongar una fe.
Pero también era insalvable. 

2 comentarios:

La Otra Maja dijo...

Bellas líneas, deberían estar impresas en papel, colgando de un libro.

Aquí su pendejo dijo...

O no.