viernes, 16 de julio de 2010

Cosas del exilio. Parte I


Me alejé, pero no lo suficiente. Dejé atrás la ciudad y vine aquí, a ser yo sin el ello. De pronto, un arpa me tendió una trampa: abrió un tiempo silenciado. Lo tomé del sobre que tendió al aire. Tenía un perfume que no pude identificar. No supe si el té, el tabaco o el ventilador que giraba sobre mi cabeza, lo disiparon.
Seguí sentado escuchando el mensaje. Pensé “no siempre los mensajes deben decir algo”. Una obstinación demasiado nerviosa y nociva nos empuja a descifrarlo todo. Oh, estupidez.  
A veces, el silencio, el no saber y el quedarse en blanco, por sí mismos son el mensaje. Más aún: el lenguaje.
Uno debe Sentir y callar.
· El harpa siguió gimiendo hasta enmudecer. 

8 comentarios:

Bio México dijo...

“no siempre los mensajes deben decir algo”

Aquí su pendejo dijo...

Tampoco este.

La Otra Maja dijo...

y un saxofón respira exangue hasta el amanecer.

Aquí su pendejo dijo...

Y ahora, un televisor mudo.

La Otra Maja dijo...

y sin el consuelo de la lluvia.

Aquí su pendejo dijo...

Y sin una lluvia de consuelos.

La Otra Maja dijo...

Esos no llueven, uno que está para procurarselos.

Aquí su pendejo dijo...

Uno no es uno sin el otro.