Lo insalvable de nuestra orilla
era su longitud.
Podías pasear encima de ella
sin caer
sin ahogarte.
Poner los pies bajo el alma.
Elevar una montaña.
Urdir la nube.
Tramar el presagio.
En esa orilla
el horizonte se empeñó en prolongar una fe.
Pero también era insalvable.
2 comentarios:
Bellas líneas, deberían estar impresas en papel, colgando de un libro.
O no.
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