Aquellos tiempos cuando el tiempo no era tiempo. Cuando los días sin días no terminaban de llegar, pero tampoco de pasar. Aquellas primeras voces que celebraban su eco. Aquellos primeros sonidos que escampaban con un brillo mineral sobre la roca de la vida. Aquel encuentro que surgió de otros desencuentros. Aquellas casualidades que hilaron fino tu camino y el mío. Aquel estar sin ser que era un ser estando. El primer beso, un abrazo tendido de forma tan ligera. La sensación de recostarse de lado para hacer rehén la respiración del otro. La primera desnudez, el primer sudor, el primer temblor. Toda primera vez yace ahí en el punto más alejado del nosotros. El nosotros mismo no es otra cosa que una breve descripción de la ausencia, de lo imposible. Ya sin nada, sin miedo, sin sismos, volvemos a mirar adelante a sabiendas de que allá tampoco hay nada.
La amable explosión esta
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La lenta, casi imperceptible marcha de todo continúa en sus revoluciones y
sus inescapables giros. No hay manera de saber cómo, pero es ineludible el
he...
Hace 3 años
1 comentario:
De lo más hermoso de su cosecha, Dr.
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