La sacaron de un molde anfibio.
Yo vi
cuando una deidad
decidió dotarla
de un arma contra mí.
Ella era redonda y dura.
Emitía un sonido diáfano
de cantera picada.
Su orilla de piedra apuntaba al mar
pero no sabía
que ser una espada
implicaba soñar una cañada
no un mar.
Desde entonces
no resiste que la llame por su nombre abisal
prefiere ser
una leyenda encallada
al fondo de mi lengua
Un murmullo
que nada
en mis pensamientos.
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Sus manos decidieron hablar de ella. Se inspiraron en el mar. El escribía intentando acariciar esa ola. Una ola que iba y venía constantemente para chocar contra su pecho. Su pecho un malecón de piedras grotecas. En su interior, un corazón oxidado por la sal de esa lengua desconocida. Un corazón oxigenado por la bruma de su aliento, cuando en sueños se le acercaba. Un corazón que desea ser inundado por el mar, para contraerse y expandirse en un abrazo infinito.
Ayer abrumado. Hoy avasallado. Pero igual, eso no significa nada.
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