Solía recostar la cabeza sobre su cintura. Con el tiempo logré moldear su cuerpo de tantas maneras como me fue posible. Fue así como la convertí en un barco, en una vela y un mar. El tiempo mismo tomó forma en nosotros. Se recostaba en medio de nuestros cuerpos desnudos. Acaparaba las sábanas. Sudaba nuestra almohada. Nos hundía.
Aquella noche, cansado de perder la batalla contra el tiempo acomodé mi cuello sobre su brazo izquierdo. Ella volteó a besarme la cabeza y después, como era mi deseo, se volvió una horca y partió mi cuello.
Por primera vez sentí que me amaba. Por primera vez también supe que le había ganado la carrera al tiempo.
3 comentarios:
Maravilloso.
Siempre habrá vida después del mar.
Atte: Fulana
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